miércoles, 9 de noviembre de 2011

Bomba atómica. Soberbio galpón

Según reportes de la Agencia Internacional para la Energía Atómica, Irán estaría a punto de poder construir la bomba, lo que plantea la posibilidad de un ataque militar de Israel para impedir esta posibilidad.
David Remnick ofrece en The New Yorker una excelente panorámica sobre el tema, con una informada caracterización del encendido debate público en Israel, y abundantes links a otros trabajos en otros medios sobre Irán y la bomba. Habría una especie de temor por lo que puedan decidir Netanyahu y su Ministro de Defensa Ehud Barak, de cuya prudencia no sólo la izquierda desconfía. Netanyahu estaría obsesionado con los paralelos con la Segunda Guerra Mundial y se cree Churchill, y Barak también querría actuar rápido. El exjefe del Mossad, Meir Dagan, ha manifestado que el ataque es una idea estúpida, y ha decidido hablar porque con su salida y la de otros oficiales veteranos, teme “que nadie pueda detener a Bibi y Barak”.
El nerviosismo en el debate se nota en estos dos editoriales de Haaretz. Guideon Levy sostiene que la locura y no la lógica guía al liderazgo israelí, mientras Yehezkel Dror considera que el asunto es demasiado delicado y complicado para el debate público: a lo sumo unas 15 personas en Israel tendrían la información suficiente como para decidir al respecto; habría que confiar en el criterio de ellas.
Según Federico Vegas, en ProDavinci, discutir respecto a que el director del Museo de Arquitectura de Caracas se adjudicó el proyecto del mismo museo es irrelevante (así están las cosas en Venezuela), no así, el que ni siquiera se haya convocado a concurso (para un museo de arquitectura, una contradicción en términos). La nueva obra según Vegas, acorrala al antiguo Nuevo Circo, donde se corrían toros y predicaban los evangélicos, al construirse en la antigua plaza que quedaba al frente, destruyéndola. Respalda su argumento con mapas y fotos, antiguos y nuevos.
Un traje Armani: 5 mil dólares; un Bentley: 285 mil; las citas que Vegas saca del blog del Museo: no tienen precio. “El edificio es exactamente lo contrario de lo que está de moda en la arquitectura globalizada. Allá se inventan formas excepcionales para desespero de ingenieros. Aquí, en cambio, se parte del ingenio de los ingenieros”. También: “El museo no se parece a un galpón… es un galpón. No tiene porque (sic) ser más que un espacio decente, honesto, flexible y útil, sin esos gastos de representación que en un país como el nuestro siempre huelen a nuevorriquismo. El edificio no será el gran protagonista, según el modelo que nos echan en cara los países industrializados”.
Y también: “El edificio no compite con nadie. Es como somos. Eso sí, pretende ser auténtico (resaltado del Café de Pascal), no se disfraza  de primer mundo”.  
Un soberbio alarde de inferioridad. 

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