lunes, 31 de diciembre de 2012

La biblioteca y los escribas

Anil Dash: la Red tomada

Nicholas Carr: el sesgo de la revolución IT

Monday Note: la hegemonía de Google

El País: Tombuctú no tiene quién escriba

En su blog, Anil Dash pena por la web que hemos perdido a manos del universo de las aplicaciones. Era un lugar “interesante y diferente antes de que los links fueran monetizados” por Google mediante AdWords y AdSense, por ejemplo. Se habrían abandonado valores esenciales para el universo de la red. Y de un océano de posibilidades habríamos pasado a la insularidad de las redes sociales.

Nicholas Carr explica en RoughType que las expectativas de Keynes en los años 30 para los próximos 100 años (el progreso científico y económico liberaría a la humanidad del trabajo y la lucha por la subsistencia) no se están cumpliendo. El ingreso general está disminuyendo y sólo se incremente el de una élite. La revolución tecnológica de la computación estaría favoreciendo a una élite de trabajadores calificados y excluyendo a los menos calificados. O así pensaban algunos. Pero, como habría argumentado Paul Krugman, la élite favorecida es la del capital y no la del conocimiento. La industria IT tiene un sesgo a favor del capital. Y eso no es nada auspicioso.

El MondayNote Frédérick Filloux revela que la inminente hegemonía de Google preocupa a muchos. Pero no se refiere a militantes antiglobalización, sino a las grandes compañías de servicios básicos. La data que colecciona y procesa Google es sustancial para las mismas. Y en el contexto de la carga creciente de deuda soberana, muchos servicios serían delegados en empresas privadas. Si consideramos las toneladas de data que Google recoge por el uso de sus servicios, data que por lo demás es geolocalizable gracias a los smartphones, se entenderá la importancia y el poder que tendría en el caso de que, por ejemplo, hubiera de privatizarse el Metro de Londres: data de tráfico desglosada en grupos demográficos, data para hacer compras y ventas, informaciones de Street View, incluso análisis de circuitos eléctrico inteligentes…

En El País, Ignacio Cembrero nos cuenta que Tombuctú ha perdido a su último escriba, Boubacar Sadek. Tomada la ciudad por fanáticos islamistas, Sadek ha huído a Bamako, con cincuenta títulos a cuestas, por 850 kilómetros. Durante diez años copió a mano escritos en lengua árabe. Se estiman entre 180.000 a 300.000 los manuscritos desde la época de esplendor de Tombuctú. El temor es que los radicales los destruyan: ya han derribado muchos de los mausoleos erigidos a 333 santones. Entre las obras en peligro están unos 9000 manuscritos de musulmanes expulsados de España en el siglo XV, que dan testimonio de la vida en esa época.

sábado, 22 de diciembre de 2012

El umbral nacional de la vergüenza

Le Nouvel Observateur, David Caviglioli: Houellebecq regresa en tiempos patrioteros

The New Yorker, Jon Lee Anderson: ¿Cuántos muertos son necesarios? Jeffrey Toobin: la Segunda Enmienda significa otra cosa. Jill Lepore: EEUU, campo de batalla

El País, Moisés Naím: América Latina, el asesinato como costumbre.

En Le Nouvel Observateur, David Caviglioli resalta que mientras Gérard Depardieu se larga de Francia, indignado por el nuevo impuesto de 75% que el gobierno quiere cobrar a quienes ganan más de un millón de Euros anuales, Michel Houellebecq decide regresar porque extraña el idioma francés. En medio de la furia mediática contra Dépardieu, se distancia sin embargo de motivaciones patrióticas. “Yo no soy un ciudadano, ni quiero serlo”, habría dicho en alguna ocasión; Francia sería un “cruce entre museo, parque de atracciones y supermercado”. Sin embargo, su lectura del país place a los franceses. Caviglioli recuerda que mientras el patriotismo más cretino resurge con el caso Depardieu, todo francés tiene todavía el derecho de odiar a su patria, el derecho de abandonarla. Y el de regresar.

En The New Yorker, Jon Lee Anderson pregunta: “¿qué necesita una sociedad para sentir asco de su comportamiento y cambiar sus actitudes?” ¿La masacre en la escuela Sandy Hook de Newtown, Connecticut, llevará a una nueva conciencia sobre la violencia en EEUU y su relación con las armas? En el Reino Unido una masacre en una escuela en Escocia fue el motivo para aprobar una legislación que prohibió el porte de pistolas o armas semiautomáticas. Las tasas de homicidio por arma de fuego en EEUU fueron de 2,97 contra 0,07 por cada cien mil habitantes en Inglaterra y Gales, según un cálculo de The Guardian. ¿Hace falta que alguien asesine a cien niños para que algo cambie? “¿Cuál es nuestro umbral nacional de la vergüenza?”, concluye el artículo. (Aquí y aquí en castellano)

La Segunda Enmienda de la Constitución es invocada por los defensores del derecho a portar armas libremente. Pero Jeffrey Toobin explica que se trata de una interpretación reciente de la misma. La enmienda garantizaría el derecho de las gentes a portar armas para…conformar “milicias bien armadas y reguladas”: una clara inspiración en la Guerra de Independencia, en similitud con el modelo suizo. A partir de los años 70, un golpe de timón en la National Rifle Association (NRA) y el auge conservador encabezado por Ronald Reagan dieron paso a la interpretación (diríase arbitraria) como derecho individual. Toobin refiere a un reportaje de Jill Lepore, quien revela que la discusión sobre control de armas se avivó con el asesinato de Kennedy: Lee Harvey Oswald compró su rifle por correo. Curiosamente, el enfoque actual provendría de la lucha por los derechos civiles. En 1964 Malcolm X habría dicho: “El artículo número dos de las enmiendas constitucionales le otorga a Usted y a mí el derecho de poseer un rifle o una pistola”. Y los Black Panthers habrían promovido el armamentismo de los individuos para defensa propia. “Si estar armado para defensa propia no es visto como un fracaso de la sociedad civil…sino como un acto de ciudadanía, es poca la vida civil que queda en pie”, concluye Lepore.

En un breve artículo en El País, Moisés Naím teme que las reacciones a Sandy Hook pasen a formar parte del perpetuo círculo de indignación y posterior inacción, pero indicarían que por lo menos todavía hay sensibilidad ante los hechos. En América Latina la realidad es infinitamente peor: con apenas 8% de la población mundial, se comete 42% de los asesinatos del planeta, bajo la indiferencia general. La tasa es cinco veces superior a la de EEUU. Ni la pobreza, ni el narcotráfico, ni la desigualdad social alcanzan como explicaciones. Desconcierta que dado el  titular “La gente más asesina del planeta”, y las cifras terribles, el tema se despache casi en una nota al margen. Uno se pregunta dónde está el trabajo editorial del diario. El final es intrigante: “Esta es mi última columna de este año. Regreso en enero. ¡Feliz 2013!”.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Google y la prensa: duelo bajo el sol

The New York Times: en Alemania, gobierno y prensa contra agregadores y motores de búsqueda.                                                                                             Frankfurter Allgemeine Zeitung: la prensa sesgada.                     Frankfurter Allgemeine Zeitung: la promesa vacía de la era digital.          Der Perlentaucher: TV pública y periodismo en la era digital.                         Was mit Medien: Jeff Jarvis: editores alemanes extorsionan a Google.

En The New York Times, Kevin J. O’Brien suministra un resumen de la disputa en Alemania en torno al proyecto de ley (Leistungsschutzrecht), que obligaría a servicios de agregación como Google a pagar licencias a periódicos y revistas por los extractos y titulares que acompañan a los links en los resultados de la búsquedas. Google alega que los medios alemanes han presentado una cobertura sesgada del tema y ha lanzado una agresiva campaña por su cuenta. La contraparte sostiene que iniciativas similares vendrán de otros países europeos y que Google no quiere negociar. Pero los medios pueden, mediante robots, excluir sus productos de las búsquedas, o incluso decidir si aparecen los extractos o solamente los links.

Según expertos del Instituto Max Planck para el Derecho de Bienes y Competencia Inmateriales, el proyecto legal no tiene justificación. Sería un “derecho de interdicción” que los editores a todas luces no quieren implementar, pues de lo contrario harían uso de las posibilidades técnicas arriba descritas. Demostrarían así que usan a los motores de búsqueda para atraer lectores. Por lo tanto se trataría de que los editores, amparados en el derecho interdictorio, buscan otorgar permisos de utilización, “o más exactamente: obtener la posibilidad de lograr ingresos por licencias”.

Frank Rieger, del Chaos Computer Club, y columnista en la Frankfurter Allgemeine Zeitung, echa en cara a este diario y la “prensa de calidad” alemana, el haber ignorado el dictamen de los expertos, salvo para descalificarlos como empleados públicos. El debate se habría caracterizado por la deshonestidad intelectual y los argumentos ad hominem. Ambos lados (la blogósfera, los agregadores y Google por un lado, la editorial Springer con su diario sensacionalista Bild, la prensa seria, los gremios de periodistas y sindicatos por el otro) estarían en una guerra de trincheras, cada cual presentándose como el indefenso y virtuoso David frente al desalmado gigante Goliat. Algunos periodistas e internautas habrían hecho un muy mal papel, dando muestras abiertas de deshonestidad en la argumentación. La diatriba desatiende los temas verdaderamente importantes: el futuro del periodismo, el poder de las corporaciones, la relación entre el mercado y la sociedad. El proyecto de ley apuntaría al desastre. Debería desistirse de él.

En el mismo diario, Frank Schirrmacher recurre a la ironía y los extremos para preguntarse si la era digital implica un cambio revolucionario, o si se trata del mayor golpe publicitario de Silicon Valley. La tecnología que haría de cada ciudadano un canal de TV y un periódico, lo que ha logrado es crear gigantes solitarios monopolizando cada sector (refiriéndose, sin nombrarlos, a Google, Amazon, Facebook y Apple). Se pregunta dónde está el modelo de negocios que funciona en esta nueva economía, llena de start-ups que no llegan a nada. El Huffington Post de la millonaria Ariana Huffington no paga a sus escritores, el resto tiene que descender al foso de la auto-explotación para sobrevivir. El único modelo exitoso sería la Consultoría Digital. Los entusiastas proclaman que hay que vivir con la desaparición de ramos industriales y de profesiones enteras; los activistas reniegan del fetichismo del mercado mientras promueven una “praxis que lo eleva a ley natural de la física social”, en la que las nuevas tecnologías socavan el mismo ideal emancipador que proclaman. La pregunta hoy no sería tanto cómo podría sobrevivir el periodismo de calidad, sino cómo puede sobrevivir una sociedad sin él.

Para Thierry Chervel, de Der Perlentaucher, los jerarcas de la prensa no han encontrado un modelo de negocios para la era digital. Piensan que han debido cobrar por sus contenidos, pero sólo una fracción de los diarios mayores se encontraría gratis online, por lo que han seguido cobrando por ellos. Su demanda de derechos de explotación (Leistungsschutzrecht) hace pensar en la protección de especies en peligro de extinción. Pero por lo menos los medios privados se ven obligados a luchar por su supervivencia. En cambio, la TV pública alemana recibe un nuevo espaldarazo sin rendir cuentas: a partir del 2013, todo usuario de cualquier aparato que se conecte a Internet, deberá pagar una cuota para las televisoras del sistema público. Un sistema injusto en el que alguien de 18 años paga por una programación cuyo público promedia los 63, y que está lleno de redundancias (el mismo programa haciendo circuito por todas las estaciones). La verdad es que en la era digital los géneros (prensa, radio, TV) se han borrado y todo se ha transformado en la Red. Hay que preguntarse cómo debe ser el periodismo de interés público en una esfera de opinión pública completamente alterada por este cambio. Pero a Chervel no se le ocurre más que proponer un fondo para proyectos novedosos.

Was mit Medien entrevista a Jeff Jarvis. El titular y el sumario son en alemán, pero el texto es en inglés (necesita un editor, por cierto). Para Jarvis, la ley del Leistungsschutzrecht es una estúpida ley alemana que además amenaza con contagiar otros países. No entiende la idea de que Google es malvado, y de que se use como insulto el término “capitalismo de Silicon Valley”. Los editores alemanes estarían extorsionando a Google, como si dijeran: “tú estás haciendo mucho dinero, nosotros no; danos algo”. En realidad, si desaparecieran, Google seguiría ganando casi lo mismo. El negocio editorial está profundamente alterado por Internet, “pero es absurdo argumentar una especie de derecho divino para mantener el negocio que se tiene. Es absurdo para los bancos, es absurdo para las automotrices, y es absurdo para las empresas editoriales”, sostiene. En Alemania hace falta mayor transparencia, actualmente no parecería un lugar atractivo para invertir.