domingo, 17 de febrero de 2013

Libro grande, libro chico

The Guardian, Andrew Solomon: amor de padres

ADNCultura, Harper’s, Jakarta Globe, Jamie James: Rimbaud en Java.

La République des Livres, Jean-Louis Backes: la Iliada, historia de traducciones.

Carole Cadwallader entrevista en The Guardian a Andrew Solomon, autor del libro Far from the tree: a dozen kinds of love. Se trata de una obra titánica de 976 páginas que requirió 11 años de trabajo. El autor, “uno de cinco padres con cuatro niños en tres estados”, entrevistó a 300 familias con algo en común: tener un hijo que es diferente de ellos, sea por autismo, por alguna característica física, por ser un genio, o producto de una violación... Solomon comparte esta experiencia, porque fue un niño gay de padres heterosexuales. Sostiene que estos son casos extremos de lo que significa tener hijos, y que las familias demoran en llegar al momento de la aceptación, pero sí sienten un profundo amor por sus niños y logran crecer sobre sus circunstancias. Entrevistó a los padres del chico que perpetró la masacre en Columbine, y encontró una adorable pareja, lo cual le hizo pensar que la condición criminal sería también una aflicción como cualquier otra: “tener un hijo que de algún modo está roto y se muestra atrozmente destructivo es algo que puede sucederle a cualquiera de nosotros”. A pesar de esto, sostiene que su libro habla de “lo bien que se pueden arreglar las cosas, incluso cuando todo sale mal”.

ADN Cultura publica un extracto del libro de Jamie James, Rimbaud en Java: el viaje perdido, publicado en castellano por La Bestia Equilátera. Java es el punto más lejano que alcanzó el poeta en sus viajes, esta vez, enrolado en el ejército holandés. Desde que dejó la poesía para vivir una vida aventurera en regiones exóticas, las huellas de Rimbaud son muy escasas. James, quien lo admira con entusiasmo, no aporta informaciones nuevas, y opta entonces por reconstruir el mundo que el poeta ha debido encontrar en ese momento. En Harper’s Zadie Smith confiesa que inicialmente encontró algo afectado y superfluo este enfoque, para descubrir que el libro generalmente le ahorra al lector “la ociosa especulación de: si Rimbaud hubiera estado aquí, lo más probable es que hubiera…”. Por el contrario, el estaría hermosamente escrito, y en sus 120 páginas ofrece una visión de todo un Cosmos: Java, Rimbaud, Orientalismo, homofobia Victoriana, rutas marítimas y el Canal de Suez. El Jakarta Globe trae una entrevista de Katrin Figge a James, quien dejó Nueva York para irse a Indonesia.

En ocasión del lanzamiento de su traducción de la Iliada al francés, Jean-Louis Backes presenta en République des Livres, un ensayo sobre el arte del traductor. Revisita traducciones anteriores y hace inventario de sus características: desde enseñar normas de educación a Zeus (se traduce Apolo y yo donde decía yo y Apolo), y de estilo a Homero (evitando las repeticiones de palabras del original), hasta la cuestión de cómo verter el ritmo original del hexámetro dactílico griego, irreproducible en el francés. “Intentar transponer el movimiento del ritmo, y no su mecánica”, dice Backes, “no implica que se renuncie a la exactitud, sino lo contrario”.

viernes, 15 de febrero de 2013

Un Dios maligno

Salon/Gazeta Wyborcza, Stefan Chwin: Czeslaw Milosz, el gran Otro

The New York Times, Emily Eakin: el antropólogo flamboyante.

El portal Salon reseña (en inglés) la entrevista al escritor Stefan Chwin para el Magazyn Świateczny de Gazeta Wyborcza, sobre Czeslaw Milosz. Según Chwin, autor de dos libros sobre el poeta, Milosz era peligroso porque tendía a las más oscuras reflexiones sobre nuestra condición. Sospechaba que el mundo fue creado por un dios maligno. Su escritura estaba imbuida del temor al aislamiento, la profundidad de su pensamiento lo separó de la comunidad. “Sabía que era el gran Otro, que era diferente de la mayoría, y eso no lo hacía agradable”. Milosz habría estado decepcionado por la justificación dada a su premio Nobel: haber sido un testigo clave del siglo XX. Eso era de importancia marginal. Prefería el sino de su pariente lejano Oskar Milosz, que había alcanzado la cima de la escritura, donde se obtiene el estatus de sabio y profeta.

Em The New York Times Emily Eakin entrega un perfil superlativo de Napoleón Chagnon, el antropólogo “más controversial” de EEUU. La pieza comienza relatando la inverosímil historia de Chagnon a punto de ser devorado por un jaguar y salvado por la conjunción de un mosquitero y la súbita aparición de una anaconda. Chagnon se hizo famoso al revelar la etnia Yanomami como uno de los últimos pueblos en estado primitivo; su representación del mismo provocó el rechazo de muchos colegas. Seguía para entonces las ideas de Edward O. Wilson, en una época en la que el darwinismo era rápidamente descalificado a priori con acusaciones de racismo. Según Chagnon, los Yanomami son un pueblo violento, y el origen de la violencia (rapto de mujeres) no encajaba en las teorías de entonces. Se concentró en recopilar data y armar genealogías, descubriendo que aquellos que habían matado eran también los que se habían multiplicado y prevalecido. Encontró una relación directa de la cultura con la violencia. El antropólogo sería el culpable de una epidemia de sarampión, según sus detractores, al vacunar a unos mil indios. Pero no es posible el contagio por esa vía. Estuvo involucrado en un confuso episodio con la consorte del Presidente de Venezuela (el artículo no explica muy bien cuál fue en realidad el problema). Al margen de la veracidad o no de las acusaciones, lo cierto es que las guerras tribales del Orinoco se quedan cortas ante las que campean entre antropólogos.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Benedicto XVI: Eppur, si muove

Bibliobs, Philippe Sollers: Ratzinger, un raro talento narrativoi

Limes, Lucio Brunelli: diarios secretos de un Cónclave

Neue Zürcher Zeitung, Hans Küng: Wojtyla y Ratzinger fueron la Restauración.

El País, Miguel Mora: el Vaticano: una jauría de lobos.

Frankfurter Allgemeine Zeitung: Benedicto XVI, gerente.

The New Yorker: la renuncia, legado de modernidad

El segundo volumen de la trilogía Jesús de Nazareth, de Joseph Ratzinger, o Benedicto XVI, es “un policial (polar) metafísico sorprendente, lo contrario de un film…por vivido desde lo interior”, según sostiene Philippe Sollers en Bibliobs. Acabando con “el cliché de los “judíos deicidas””, utiliza el contexto de la época, pero para destacar que el “evento Jesús” debe ser imaginado aquí y ahora. La vida eterna no es lo que se cree: no comienza después de la muerte. Es la vida misma que no se logra a través de la muerte física. Ratzinger es, para Sollers, un teólogo sutil con un raro talento narrativo. El cuerpo del Resucitado no viene del mundo de los muertos, los testigos no pueden reconocerlo sino cuando desaparece. “La palabra es más real y duradera que el mundo material entero”, escribe el Papa.

En Limes, Lucio Brunelli glosa el diario secreto de uno de los participantes en el Cónclave que eligió a Benedicto XVI. El anónimo Cardenal inicia sus apuntes: “Puestas las maletas en el piso, probé a abrir las persianas, porque la habitación estaba en penumbra. No lo logré”.  Las persianas estaban selladas. Así era la clausura del Cónclave. En la votación, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, se perfiló como el único contendor posible, aunque sin oportunidad real. La estrategia fue entonces trancar el juego y forzar el retiro de Ratzinger. Bergoglio, aunque de posturas conservadoras, se habría hecho una reputación de “hombre de plegarias, que huye de la escena mediática y conduce un estilo de vida sobrio y evangélico”, según los apuntes. A falta de un candidato “de izquierda”, el grupo opuesto a la línea Ratzinger se reúne alrededor de él: “un grupo cuyo núcleo pensante está constituido por Karl Lehmann, presidente de la Conferencia episcopal alemana y por Godfried Daneels, arzobispo de Bruselas, y al cual pertenece un significativo contingente de cardinales estadounidenses y latinoamericanos…”

La Neue Zürcher Zeitung presenta un extracto de la entrevista que la televisión suiza sostuvo el 04 de febrero con el teólogo Hans Küng, quien fue colega de Ratzinger en Tubinga, volviéndose después uno de sus más decididos críticos. Para Küng, los papados de Wojtyla y Ratzinger fueron un período de Restauración. Los puestos de la jerarquía estarían bloqueados por conservadores. Todos responden a la misma línea y dicen lo mismo. Acaso en privado alguno disiente, pero no se atreve en público. Los obispos viven en un mundo falso. No es probable la elección de alguien que pueda llevar adelante los cambios que necesita la iglesia. La entrevista completa será emitida el 24 de febrero de 2013.

Miguel Mora sostiene en El País, que Benedicto XVI intentó, aunque tardíamente, limpiar la imagen de la Iglesia. Fue un Papa “solo, intelectual, débil y arrepentido por los pecados, la suciedad y los delitos —él empleó estas dos palabras por primera vez— de la Iglesia”. Habría estado rodeado de lobos, una Curia forjada en tiempos de Wojtyla, que era “una reunión atrabiliaria de lo peor de cada diócesis”, cercado por los Legionarios de Cristo, el Opus Dei, y Comunión y Liberación. En este sentido el papado de Ratzinger ha sido un fracaso, su honestidad estaría muy por encima de los resultados. Que su renuncia haya sido la primera en 600 años, “dice mucho sobre el nivel de la iniquidad con el que ha convivido. Que no se haya filtrado la noticia lo dice todo sobre su soledad”.

En la Frankfurter Allgemeine Zeitung, Dirk Schümer describe a un Papa que al final se comunicaba con el mundo exterior mediante notas escritas. Por eso su decisión sorprendió a la Curia. No se podía esperar de él que impulsara el diálogo interreligioso, o un relajamiento de la moral sexual. Pero se propuso mejorar el funcionamiento de la Iglesia con personal renovado, una moral responsable, finanzas sólidas y mejor comunicación interna. La última piedra de esa obra sería la advertencia a la Iglesia, a través de su renuncia, de no abusar de su CEO y transformarlo en un ícono. Se trata de un trabajo que no necesita hoy de un Papa agonizante como Wojtyla, a la sombra del cual se fortalecen las pandillas preferencialmente italianas y sudamericanas. Benedicto habría estado asqueado de estas maquinaciones.

Su decisión de renunciar es un signo de considerable modernidad, según escribe Alexander Stille en The New Yorker. A diferencia de Wojtyla, que al persistir hasta el final privilegió la lección espiritual de su entrega por sobre los perjuicios derivados de ser un Papa sin condiciones de ejercer, Ratzinger prefirió el sentido de “responsabilidad” hacia la Iglesia, actuando como un gerente moderno. Su decisión de retirarse pudiera sugerir una tercera vía entre dos alternativas que se muestran inadecuadas: elegir un Papa joven y correr el riesgo de un ministerio excesivamente largo y personalista, o un Papa viejo, con fuerzas menguadas: abre la posibilidad de escoger a alguien en pleno apogeo, sin el imperativo de reinar hasta la senectud. “Por siete años”, escribe Stille, Benedicto XVI “fue incapaz de dar la nota correcta. Tal vez con su renuncia lo haya logrado finalmente”.

Siendo un conservador ortodoxo, acabó dando acaso el más radical giro hacia la modernidad.

domingo, 10 de febrero de 2013

Amputado, no inválido

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Giles Duley, en su conferencia TED/The Observer

Digitale Leinwand: todos los guiones del Oscar

Le Monde, Olivier Roy: Mali, la intervención descaminada

The Observer, Giles Duley: de vuelta a Afganistán

En el blog Digitale Leinwand (referido por Rivva) se pueden ver todos los guiones originales de las películas postuladas al Oscar 2013. Cada año los estudios cuelgan los PDF en la Web.

En Le Monde, Olivier Roy explica por qué la intervención francesa en Mali es del todo vana. Se quiere combatir el “terrorismo islamista”, pero demasiado frecuentemente se incluye en este concepto desde a Al-Qaeda a movimientos nacionalistas. Eso impide distinguir entre los actores con los que se puede y se debe negociar y los que no. Se pretende preservar la integridad territorial de Mail. Pero esta está cuestionada sobre todo por los tuareg. Y el problema tuareg es ante todo étnico-nacional, y no relacionado con el islamismo. Su solución pasa por negociaciones políticas que los incluyan en el poder. Sin embargo, ha ocurrido una radicalización religiosa de los movimientos etno-nacionalistas, más allá de Mali. Es un fenómeno constatable desde los años 80. Y es en zonas tribales como Mali, Paquistán, Afganistán, o Yemen, que se produce con mayor fuerza la mutación del regionalismo al salafismo.

En The Observer, el fotógrafo Giles Duley cuenta su regreso a Afganistán para terminar su trabajo. Quería retratar el sufrimiento de la población civil. Había pisado una mina, y la explosión le hizo perder un brazo y ambas piernas. “Estando sentado en la silla del ortopedista”, escribe Duley, “fue la primera vez que en realidad comprendí que tendría que vivir mi vida sin piernas”. De vuelta en Kabul, encuentra la historia del niño que quedó ciego cuando su hermano detonó una mina. “Preguntaron a su familia: “para qué reza?” Y la familia respondió: “reza para olvidar, porque lo último que vio fue la muerte de su hermano””. Duley visitó un centro de fabricación de prótesis, dirigido por italianos, que produce 15 mil miembros al año. Muchos mutilados, una vez rehabilitados, trabajan en el centro. “Mientras las guerras van y vienen”, dice, “su legado queda”.

jueves, 7 de febrero de 2013

El infierno son los otros

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Revista Ñ, Daniel Molina: la cárcel es la muerte

Revista de Letras: Jordi Corominas i Julián: Malaparte y el Duce

ADN Cultura: Eduardo Berti: Ödön von Horváth, mejor que Brecht

Ambos Mundos: Antoni Pizá: 100 años de Britten.

The Space: War Requiem en Coventry

Su madre entró fumando a la sala de parto y Daniel Molina nació muerto. Inexplicablemente, volvió a la vida. “La heterodoxia y la muerte, que fueron mis nodrizas, no me han abandonado nunca”, escribe en Revista Ñ. En 1974 era militante del PRT-ERP y prestaba servicio militar, cuando el gobierno peronista lo puso preso. Su condición de homosexual hizo todo peor, porque “en ese entonces la gente de izquierda era militantemente homofóbica”. Molina escribe: “Hay una experiencia que se parece a la muerte. Es la prisión. Más que la vida en la cárcel, lo mortuorio es el hecho de ir preso”, dice, y precisa: “ese instante es eterno”. Molina siguió detenido durante la dictadura militar hasta la Guerra de Las Malvinas, cuando un carcelero entró a decirle: “todos estamos ahora en el mismo bando”. El año que estuvo encerrado en Caseros, Buenos Aires, fue el peor de su vida. Era la nada: “Ahora vivo dos vidas: la que vivo y la que imagino. Mi imaginación es del doble del tamaño de lo real”. No sólo el texto merece una atenta lectura. También su autor. Molina expresa cómo se ha consumido una generación en Argentina: “Mi primer amigo del primario murió durante la epidemia de poliomielitis. Muchos de mis compañeros del secundario fueron secuestrados y asesinados en los 70. En los 80, durante la primera etapa democrática, el sida se llevó a decenas de conocidos y amantes. Ahora ya nos vamos muriendo de viejos”. Escribe: “el infierno son los otros”.

A veces la imaginación es la mitad o menos de lo real. Si al entrar en el feed reader aparecen tres notas al azar, cuya característica común es el tratamiento anodino de un gran tema, es casi imposible no preguntarse por qué el periodismo en castellano se entrega a tan irresistible atracción por la medianía. El ambiento no es propicio, seguramente.

En Revista de Letras, el texto de Jordi Corominas i Julián sobre Muss/El Gran imbécil, de Curzio Malaparte, tiene una oración interesante: cuando se refiere a la primera parte de Muss como “la que reflexiona sobre el fascismo como conclusión horripilante de la contrarreforma”. Suficiente para hojear el libro.

En ADN Cultura Eduardo Berti reseña la publicación en castellano de una novela del dramaturgo austrohúngaro Ödön von Horváth. Curiosamente necesita dos tercios de su extensión para informar que se trata de El eterno pequeñoburgués. En todo caso, presenta una informativa historia de este escritor que huyó de los nazis, y que estando a punto de ser salvo en Hollywood fue aplastado por un árbol. Peter Handke habría escrito de él, en 1968, que era mejor que Brecht. Berti no menciona sus dos piezas más conocidas: Historia del bosque vienés y Casimiro y Carolina, ni que se trata acaso del más ilustre exponente del teatro popular en lengua alemana.

En la revista Ambos Mundos, Antoni Pizá llama la atención sobre la celebración del año centenario de Benjamin Britten, que culminará el 22 de noviembre de 2013 con la producción de la ópera Peter Grimes en la playa que la inspiró. Pizá comienza su artículo contando que vio en YouTube un video de Britten y su compañero, Peter Pears, interpretando Die Winterreise de Franz Schubert. Lo describe en detalle, pero no proporciona el link. Habla de la aparición de Britten tras un largo hiato de la música inglesa que venía desde el Barroco, y destaca el sentido de la economía en su trabajo “para fuerzas reducidas”. Proporciona el vínculo del sitio web creado por la Britten-Pears Foundation para la conmemoración, y enumera la usual panorámica de eventos. No dice que la página contiene una notable muestra de piezas de Britten, ordenada por diferentes categorías: modo, género, instrumento, escritores (Britten era un amante de las letras), tempo, fecha y popularidad. También hay una colección de entrevistas en video sobre el compositor.

Para más información sobre Benjamín Britten, se puede visitar este catálogo. El sitio The Space muestra un documental de la BBC que incluye el estreno de War Requiem en 1962, con motivo de la consagración de la nueva Catedral de Coventry, destruida en la Segunda Guerra Mundial, al igual que la esta presentación, cincuenta años después.  El streaming del vídeo no es muy fluido, por lo que se puede ver en YouTube esta representación dirigida por John Eliot Gardiner, y la película de Derek Jarman. War Requien fue compuesta en memoria de cuatro amigos de Britten y Pears, muertos en la guerra. Intercala textos en latín con poemas del soldado Wilfred Owen.

martes, 5 de febrero de 2013

Pulp fiction

Los Angeles Review of Books, Frederick Deknatel: la caída de la casa de Assad

The New York Times, Robert Worth: el novelista que sabía demasiado


En Los Angeles Review of Books, Frederick Deknatel, quien vivió un año en Siria, reseña el libro de David Lesch The fall of the house of Assad. Los Sirios habían aceptado la pérdida de sus derechos políticos, sociales y económicos por la estabilidad bajo el régimen de Hafez el-Assad.  Deknatel recuerda: “la sensación de ser observado estaba siempre presente. Vecinos y tenderos conocían tus horarios, tus amigos y sus horarios”. Cuando asumió Bashar el-Assad las esperanzas de reforma se centraron en él, y gozó de alta popularidad a pesar del control político. Logró entusiasmar a personas como David Lesch, que confeccionó un perfil optimista del nuevo dictador. Ahora, en The Fall of the House of Assad, concluye: “Permanezca o no en el poder, Bashar el-Assad, a mi modo de ver, está caído”. El libro sería una especie de mea culpa por parte de un académico que habría llegado a “conocer a Assad probablemente mejor que nadie en Occidente”. Sus reformas beneficiaron a pocos. Zonas como Deraa fueron devastadas por la sequía. Aquí comenzó la rebelión, cuando unos niños fueron torturados por el mukhabarat por pintar unos graffiti. Según Lesch, Assad y su círculo creen de veras que el levantamiento es guiado desde el exterior por elementos terroristas. Una mentalidad que ve conspiraciones por todas partes.

Acaso para tener una idea más exacta del régimen sirio habría que recurrir a la ficción. Robert F. Worth descubre para The New York Times a Gérard de Villiers (85), prolífico escribidor de novelas de espías (unas cinco al año), quien llamó la atención de “oficiales de inteligencia y diplomáticos de tres continentes”, cuando su libro “Le chemin de Damas”, más allá de las “persecuciones de carros, explosiones y conquistas sexuales”, describió minuciosamente un ataque a un centro de comando del régimen sirio, cerca del palacio presidencial en Damasco...un mes antes de que sucediera realmente. Algo similar ocurrió con “La Liste Hariri”: Worth había investigado por años el asesinato del premier libanés, que permaneció siendo un misterio. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que la novela de Villiers tenía información detallada de la trama y de los implicados. La comisión investigadora aún no sabe quién le vendió la información. Worth logra el perfil interesante de un mujeriego octogenario cuyo lujoso apartamento está decorado con estatuas de chicas con ametralladoras y en poses sexys.  Tenido por muchos como derechista y antisemita, de Villiers es, sin embargo, amigo de Claude Lanzman, director de la revista Les Temps modernes, fundada por Jean-Paul Sarte y Simone de Beauvoir, y autor del documental Shoah sobre el Holocausto judío. Sus contactos con oficiales de inteligencia de todo el mundo son leyenda: “la gente que no habla, habla con él”, sostiene una periodista rusa. Siendo Ministro de Asuntos Exteriores bajo Jospin, Hubert Védrine le invitó en cierta ocasión al Quai D’Orsay. De Villiers aceptó y al presentarse y preguntar la razón de la invitación, Védrine le dijo: “Quería hablarle, porque me he dado cuenta de que tenemos las mismas fuentes”. Según Védrine, la élite parisina pretende no leer a de Villiers. Pero todos lo hacen. En cuanto a Siria, de Villiers cree que de caer Assad, el país se desmembrará. Su próximo título dará de qué hablar: la premisa es que el atentado de Lockerbie no fue ejecutado por Libia, sino por Irán.

lunes, 4 de febrero de 2013

El colapso de la primera globalización y el Holocausto

The New York Review of Books, Timothy Snyder: El Holocausto lógico de Hitler

En The New York Review of Books, el historiador Timothy Snyder propone, sobre la reseña de un conjunto de libros, una extraordinaria narrativa del Holocausto. Siguiendo a Donald Bloxham, en The final solution: a Genocide, podría decirse que el Holocausto habría sido la peor consecuencia del colapso de la primera globalización. Un colapso en tres etapas: Primera Guerra Mundial, Gran Depresión, Segunda Guerra Mundial. Dos movimientos opuestos se habrían manifestado al principio: uno globalizador, y otro nacionalista-agrario, manifestado en las dos Guerras Balcánicas libradas por los nacientes estados-naciones de la península contra el Imperio Otomano. Los líderes balcánicos encontraron conveniente seguir el siguiente patrón: liberar a sus connacionales al otro lado de la montaña, incorporar su territorio y así incrementar su base impositiva. La Primera Guerra Mundial pudiera tomarse como una Tercera Guerra Balcánica (esta vez contra el Imperio Austro-Húngaro), que acabó con el comercio mundial y llevó al empobrecimiento generalizado de Europa. El modelo balcánico de establecer estados-nación fue adoptado en Turquía y supuso el asesinato en masa de más de un millón de armenios. La combinación de nacionalismo y agrarismo también impresionó a Adolf Hitler, quien la alabaría en Mein Kampf. Snyder no lo dice abiertamente, pero habiendo sido todas, en cierta forma, guerras étnicas, no podían sino llevar al asesinato en masa. De ahí el título de su artículo: El holocausto lógico de Hitler.

Para Hitler, los judíos fueron los culpables de la derrota en 1918, del capitalismo financiero, la hiperinflación, el comunismo-bolchevismo, y promovían los “falsos” universalismos liberal y comunista, “que impedían a los alemanes vislumbrar su destino especial”. La resurrección alemana por él planteada habría sido una reedición del modelo balcánico. La Alemania nazi procedió a anexar Austria y desmembrar Checoslovaquia. Al final, precipitó el Holocausto.

Pero la destrucción de estos Estados fue el ensayo para un proyecto mayor de colonización racial hacia el Este. La lectura de Edouard Husson y su libro Heydrich et la solution finale, sobre Reinhard Heydrich, el lugarteniente de Himmler, sugiere que en la Alemania nazi el Estado dejó de monopolizar la violencia para transformarse en emprendedor y movilizador de la misma. Allí donde el Estado tuvo instituciones más fuertes, los nazis encontraron mayores dificultades para imponer el asesinato en masa. Así fue en la misma Alemania e incluso en Polonia, donde debido a la resistencia polaca los nazis aniquilaron sistemáticamente a su élite, y asesinaron a un millón de polacos no judíos (Auschwitz fue creado como campo de concentración para polacos). Pero nunca pudieron sofocar la resistencia. Hitler siempre quiso eliminar a los judíos de los territorios del Reich. Al principio, pensó en deportarlos a Madagascar. No resultó viable. Además, ningún estado importante estuvo dispuesto a acogerles. Los judíos de Polonia fueron confinados a guetos, humillados, privados de sus bienes. Murieron de hambre y de mengua, pero todavía esto no era un holocausto.

Fue en los territorios cuyas instituciones resultaron destruidas por la ocupación soviética en la misma guerra, y vueltas a destruir por la ocupación alemana al invadir la URSS: el Este de Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, “en esta zona de doble destrucción del Estado”, precisa Snyder, “que los alemanes comenzaron, por primera vez, a organizar el asesinato de judíos en gran escala”. “Emprendedores de la violencia” como Heydrich encontraron aquí el suficiente margen para maniobrar. El proceso fue llevado a cabo por las Einsatztruppen de la SS, punta de lanza de la institucionalidad paralela nazi. Especialmente en Lituania, con la participación de un número significativo de antiguos colaboradores pro soviéticos. Snyder escribe este párrafo escalofriante: “Bloxham está de acuerdo en que para el régimen de Hitler, la colaboración temprana de los locales en el asesinato en masa de judíos “señaló lo que era posible”. Deportarlos había probado ser imposible. Lo que era posible era matarlos donde vivían. Esto era un Holocausto”. En el Este, por fusilamientos; en el Oeste, mediante las cámaras de gas.

Estudios realizados en Polonia destacan el fenómeno de la “doble colaboración” concomitante a la “doble ocupación”, primero soviética y luego nazi. También, que los polacos involucrados en la matanza de judíos tenían mayor probabilidad de ingresar al partido comunista que dominó al país luego de la guerra. “La frecuencia de la doble colaboración, un corolario natural de la doble ocupación, nos obliga a controlar nuestra tendencia a explicar la violencia mediante convicciones ideológicas”, dice Snyder. (Ver también el post El corazón de las tinieblas, en el que el autor habla, además,  de Ucrania y Bielorrusia).