miércoles, 14 de noviembre de 2012

Por espejo, en oscuridad

The American Prospect, Tom Carson: la despersonalización de Star Wars Letras Libres, Rodrigo Fresán: historia de dos villanos                              Letras Libres, Ricardo Cayuela: los plagios de Bryce                                Nexos: un plagio y su original                                                                                                   El Boomerang(g), Jorge Volpi: contra la inquisición moral                        Jesús Silva-Herzog: un premio infamante                                                             Letras Libres, Guillermo Sheridan: moralinas y plagios                            Ibsen Martínez: la exagerada vida de Rafael Bolívar Coronado

La primera escena de Macbeth cierra con las brujas exclamando en coro: fair is foul and foul is fair. El texto dice lo que vendrá en la pieza: reina el caos, lo que era ya no es, los términos se invierten. La traducción del Instituto Shakespeare de España, propone, sorprendentemente: lo bello es feo y feo lo que es bello. En lugar de decir una cosa y su inversión (como en el original), repite lo mismo. Es decir, lo inverso de lo que es la obra. Shakespeare no hubiera escrito tal estupidez. A veces el sonido de las palabras nos sustrae del lenguaje.

En The American Prospect, Tom Carson presiente algo malo con la compra de Star Wars por parte de Disney. Sin ser un fan, se sorprende admitiendo que su atractivo se basa –paradójicamente- en la impronta de autor de George Lucas sobre lo que vino a ser una franquicia, sobre “toda la estúpida y desquiciada leyenda”, hasta el punto de sentirse incluso en los capítulos dirigidos por otros. Disney jamás podrá imitar “las inhibiciones neo-victorianas”, las torpezas y “nociones de profundidad” de Lucas, cuyo genio acaso haya sido no distinguir entre la confusa banalidad y la perversidad involuntaria revoloteando en su cerebro. Sin ese toque, según Carson, Star Wars carece de todo interés.

Tal vez sea por esa huella inconsciente del autor que la saga acaba siendo la "biografía autorizada" de Darth Vader, como sostuvo Rodrigo Fresán, en Letras Libres de julio del 2005, en su narración de dos transfiguraciones: una conversión y un desenmascaramiento. Y por eso el público de Cannes se levantó “para aplaudir el momento en que Anakin Skywalker “sucumbe a las tentaciones del Lado Oscuro y se mete dentro de una armadura asmática”. Vader, como el tiburón de Spielberg, “aparece poco pero nunca defrauda”, mientras que los Jedi hablan en aforismos cursis como si fueran “frases selectas de Shakespeare”. Anakin se hizo malo porque se cansó de ser el bueno. Es lo inverso a Enric Marco -sigue Fresán- quien pasó de “paladín de la luz” a “miserable de las sombras”, en cuestión de horas. Durante décadas fue presidente de la Asociación Amical de Matthausen, que agrupa a sobrevivientes españoles de  los campos de concentración nazis, hasta que un día un historiador lo desenmascaró como trabajador voluntario, enviado por el dictador Franco, y que nunca estuvo en un campo de concentración. Hay malos y malos.

En Letras Libres de Octubre de 2012 Ricardo Cayuela argumenta contra el premio de la Feria Iberoamericana del Libro de Guadalajara, otorgado a Alfredo Bryce Echenique, debido a las acusaciones de plagio en contra del escritor, y lo explica en detalle. No da rodeos ante la truculencia de que Julio Ortega, amigo entrañable de Bryce y testigo a su favor en los juicios en su contra en Perú, haya sido miembro del jurado. La FIL estaría normalizando “el plagio como una práctica menor, una picardía intrascendente a la que tienen derecho los grandes autores”.  Algunos plagios habrían sido burdos copy-paste, lo cual indica cierto dominio del ordenador, pero “el analógico ensayista Bryce Echenique no estaba preparado para el nuevo mundo digital”.

Así, la revista Nexos, que publicó varios de sus artículos, tiene un catálogo de sus plagios. Por ejemplo:                                                                                                      Eulalia Solé, La Vanguardia, 2005, Uso Social del Tabaco: “Según un estudio publicado por la revista Addiction, las grandes empresas tabaqueras son responsables, en buena parte, de que el hábito de fumar se haya incrementado entre las mujeres. Cajetillas con modalidades como light, ligero, o slim, esbelto, pretenden asociar el producto a atributos como libertad, esbeltez, glamour…”  No es un texto que atrape al lector. En la pluma de Bryce, publicado en Nexos, 2007, se convierte en Tabaco y Mujer: “Según un estudio publicado por la revista Addiction, las grandes empresas tabaqueras son responsables en buena parte de que el hábito de fumar se haya incrementado entre las mujeres. Cajetillas con modalidades como light, slim, esbelto, o ligero, pretenden asociar el consumo a atributos como libertad, esbeltez, glamour…” Lo que intriga es la alteracion del original “light, ligero, o slim, esbelto” que por lo menos es coherente porque explica lo que significan ambas palabras del inglés, para transformarlo en la enumeración mecánica de “light, slim, esbelto, o ligero” como si se tratara de cuatro atributos diferentes. Despersonalizar aún más un texto anodino...con un toque personal.

En El Boomeran(g), el presidente del jurado de la FIL, Jorge Volpi, reaccionó a las críticas con su escrito Ante el comité de Salud Pública, sosteniendo que vendrían de la indignación moralista o la mera denunciación; Volpi presenta su texto simulando una declaración bajo protesta ante un tribunal inquisitorial: “la sola tentación de evaluar en un jurado literario la conducta moral de un escritor, incluso aquella que tiene que ver con su ética de artista, me parece arrogante y peligrosa”, y agrega: “en el acto extremo de apropiarse de las palabras de otros no pude entrever al alevoso criminal que dibujan sus enemigos, sino al artista derrotado que no encontró otra salida”.

En su blog, Jesús Silva-Herzog Márquez califica de infamante el premio a Bryce. Sus defensores estarían recurriendo a juicios de intención, al argumentar que las críticas son parte de una campaña producto de la envidia de talentos menores, o de una peligrosa moralidad. Silva-Herzog reconoce que una cosa es la obra y otra el artista, pero sostiene que en este caso el artista ha traicionado a sus lectores y su oficio. Cita, mal, el artículo de Guillermo Sheridan en Letras Libres, pues coloca “al usurpar la identidad de otro escritor…el plagiario comete la única falta moral posible en su oficio: dejar de ser él mismo”, mientras que en el original se lee: “al usurpar la singularidad de otro escritor, el plagiario comete la única falta moral posible en su oficio: dejar de ser él mismo”. Confunde la imagen con su inversión en espejo, el plagio con la falsificación.

Ibsen Martínez se deleita  con la exagerada vida de Rafael Bolívar Coronado, quien al parecer sólo podía escribir simulando ser otro: tuvo más de seiscientos seudónimos. Claro que hubo excepciones; una de ellas, Memorias de un semi-bárbaro, escrito autobiográfico que narra sus inicios de falsario, por 1913. Trabajaba en la provincia venezolana para el gobierno del General Gómez, cuando el dictador necesitó una “invasión vigilada”, así lo formula Martínez, que al ser derrotada le permitiera dar un golpe de estado y perpetuarse en el poder. Los chafarotes a cargo confiaron al poeta la tarea de incitar a los exiliados en Curazao, en concreto a Simón "el gordo" Bello, a invadir Venezuela. Dice Martínez: “La parodia y la usurpación de identidades asomaba desde entonces como el método Bolívar Coronado.  El semibárbaro inventaba topónimos con pasmosa fluidez y trasteaba desenvueltamente con   verosímiles nombres y apellidos falsos. Así, comenzaron a llegarle al gordo Bello sugestivos telegramas y esquelas  desde todas las guarniciones, haciendas  y pulperías  del estado”. La narración del operativo (exitoso) es desternillante. Posiblemente, la graciosa picardía del semibárbaro le costó al gordo Bello la vida, y al país, una dictadura de veintisiete años. Tales méritos bastaron para obtener del dictador un viaje a España, y apenas pisó suelo español, Bolívar Coronado se declaró opositor a la tiranía. Sus peripecias incluyen haber ganado un concurso de cuentos firmando como Arturo Uslar Pietri, la publicación de antologías de poetas bolivianos ficticios, la invención de una colección de crónicas de Indias, que vendió en Madrid al exiliado Rufino Blanco Fombona, y la consiguiente huida a Barcelona, temiendo el filo de su espada, donde fue “corresponsal” de guerras africanas reporteando entre los marineros del puerto.                                                                       La imagen invertida del plagiario.

Entrevistado para El País, Bryce negó haber plagiado jamás. Las acusaciones serían producto de la maldad y la envidia, las formularía gente de extrema derecha. Y exclama, solo: “Que se jodan”.                                                                                     Son tiempos revueltos, el ruido nos sustrae del lenguaje.

“Fair is foul and foul is fair:                                                                                                  Hover through the fog and filthy air”

(Exeunt)

jueves, 1 de noviembre de 2012

Amarrando al loco de la ira

Lapham’s Quarterly. Politics: República y guerra tribal.                          Últimas Noticias. Luidig Ochoa, del delito al arte.                                             Luidig Ochoa. Cárcel o Infierno

En el número de otoño de Lapham’s Quarterly -”Politics”-, Lewis Lapham carga en su Prefacio contra el actual estado de la democracia en EEUU, las próximas elecciones presidenciales como fondo. Los textos seleccionados para la ocasión, de muy distintas épocas, contienen “la fuerza de mente y espíritu ausentes de nuestro discurso político actual”, para el que “democracia” no sería más que el nombre antiguo de la tarjeta American Express. Según Thomas Paine, la fortaleza del gobierno y la felicidad de los gobernados provienen de la libertad de la gente común para apoyarse mutuamente, de la conjunción de todos los estamentos y oficios. Pero los founding fathers habrían compartido su desconfianza hacia la monarquía más no su fe en la gente común, y escribieron una Constitución que empleó medios aristocráticos para lograr fines democráticos.  A principios del siglo XX, el presidente de Yale glosó lo que hasta entonces se había logrado: la división de Poderes de la Constitución de EEUU sería entre votantes por una parte y propietarios por la otra; la democracia de un lado, la propiedad del otro. Recién con el New Deal de FD Roosevelt se habría alcanzado ocasionalmente el espíritu de Paine; por momentos, el país pareció, como dijera Camus, el lugar en que “la simple palabra libertad hace latir más rápido los corazones”. Pero bajo el esquema reaccionario que estaría imperando desde hace 30 años, el pulso se ralenta y la sangre se congela. La concentración de poder y riqueza viene acompañada de la desconfianza en la capacidad de los ciudadanos y la construcción de un Estado policial, que se encuentra por encima de toda ley, y que deja caer en la ruina la infraestructura física que es la base del emprendimiento común. Para Lapham, sólo en el mundo fantasioso de un comercial, la democracia americana existe aún: los ciudadanos están invitados a convertir el ejercicio de ciudadanía en el arte de comprar.

Heródoto relata el debate de los siete conjurados, que derrocaron al Rey de Persia, para escoger la mejor forma de gobierno: para Otanes, el tiempo de las monarquías pasó y propone la democracia. Estado y pueblo son sinónimos, y nada hay más caprichoso que un rey, que puede hacer lo que le viene en gana. En cambio, el imperio del pueblo es la igualdad ante la ley, los magistrados son fiscalizados, y los asuntos públicos se debaten. Por su parte, Megabizo también rechaza a la monarquía pero considera que las masas no son más que una turba, por lo cual propone la oligarquía: “Sería intolerable escapar del capricho asesino de un rey para quedar atrapado en la igualmente despiadada brutalidad del populacho”. Darío comparte el rechazo al populacho pero objeta la oligarquía: provoca querellas grupales, que llevan al disenso abierto, que lleva a la violencia. Nada es superior a que el soberano sea uno solo, siempre y cuando éste sea el mejor. Sometido a votación el asunto, gana la monarquía. El futuro rey ha de ser escogido en competición entre los siete nobles. Otanes se retira, arguyendo que no desea “mandar ni ser mandado”.  Darío gana la gesta, con trampa. Ni siquiera tiene que urdirla: la encarga a su palafrenero.

El número tiene varias entradas relacionadas a la igualdad de la mujer. La anarquista Emma Goldmann considera al sufragio universal el fetiche de su tiempo, y se opone al voto femenino (y al masculino). El sufragio universal es “una imposición que ha corrompido completamente al pueblo, haciéndolo presa de políticos inescrupulosos”. Si bien la mujer debe tener iguales derechos, asumir que “tendrá éxito purificando algo que no es purificable, es otorgarle poderes sobrenaturales”.  La mujer es purista, su puritanismo se vanagloria de que en Colorado “los hombres de vida poluta” hayan sido alejados de la política por el voto femenino. Este logro es para Goldman terrible: “la actitud estrecha y purista de la mujer hacia la vida hace de ella un mayor peligro para la libertad, dondequiera que obtenga poder político”.

Daniel Alarcón comienza su artículo, efectivo: “Cada pabellón de la cárcel de Lurigancho está liderado por un jefe, una figura rankeada en el submundo de Lima, cuya autoridad en el pabellón es incuestionable. El pabellón siete en El Jardín, reservado a traficantes internacionales de drogas, es la excepción”. Allí hay democracia y estamos en elecciones. Dos planchas compiten. Hay promesas populistas, una terapia de schock “neoliberal” y compra de votos.

En 2007 el presidente de Kenia Mwai Kibaki, de la etnia Kikuyu, y sus partidarios se robaron las elecciones presidenciales, que habían perdido, con el antecedente de que las elecciones anteriores de 2002 y 2005 habían sido consideradas libres y limpias. Jeffrey Gettleman  narra la caída de uno de los países más prósperos del África subsahariana en el lapso de una semana: “Era horriblemente claro lo que estaba sucediendo –la guerra tribal- y que un prometedor PBI o las estadísticas de alfabetización habían dejado de ser relevantes”. El Valle del Rift, que debido a su fertilidad había albergado durante años a las distintas etnias del país, pasó de ser una zona cosmopolita a epicentro de la violencia: “un hombre Kikuyu que vivía cerca de la iglesia incendiada me contó que la noche después de la elección una turba se formó a su puerta. Cuando su mujer y sus niños comenzaron a tener miedo, le dijo, no se preocupen, yo conozco a esta gente. Voy a hablar con ellos. Así que salió y le dijo a los jóvenes Kalenyin parados en el peldaño de la casa: Hola ¿qué es lo que pasa? Hemos sido amigos durante años. Pero la turba de Kalenyin lo miró fríamente y dijo hoy es hoy. Ya no eres nuestro amigo. Entonces quemaron todo lo que tenía”.

En Ultimas Noticias, Laura Weffer cuenta la historia de Luidig Ochoa: su cuerpo tiene 8 tatuajes, 15 disparos y varias puñaladas. Fue condenado a prisión en Venezuela. Su prontuario le permitió ubicarse como “lucero”, o lugarteniente de los jefes. En un cuaderno llevó un diario gráfico: Luidig sabe dibujar. Al salir, vendió su pistola para comprar una computadora y no sabía ni dónde se encendía. Ahora es el autor de una serie de animación que sube por capítulos a YouTube, llamada “Cárcel o Infierno”: tiene 7,5 millones de reproducciones y un extraordinario poder expresivo. Dice: “Tengo al loco de la ira amarrado”. La nota aparece en “Sucesos” y no en “Cultura”. Este es su canal. Aquí se muestra sólo el primer capítulo.

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=rhmM_mqKBbk&w=420&h=315]