La escenografía de Giles Cadle es el corte transversal de una
villa granburguesa, revestimientos de mármol en el vestíbulo. En el piso inferior,
las áreas sociales, el árbol de navidad, el piano de cola. En el piso superior,
escenas del crimen. En el baño y en el dormitorio, inspeccionados por personal
forense, precintados, las paredes salpicadas en sangre. Es la casa de los
Atridas y allí fueron muertos Agamemnon y Clitemnestra. Impresionados se
muestran el crítico de Die Zeit, que entrega una detallada crítica musical y escénica,
y el de Neue Zürcher Zeitung, más centrado
en la trama y sus implicaciones, ante el estreno de la ópera Orestes, de
Manfred Trojahn, en De Nederlandse Opera en Amsterdam. La puesta en escena estuvo a cargo de Katie
Mitchell, quien provocó un revuelo dirigiendo a Luigi Nono en Salzburgo en 2009.
“Short and thrilling”, así resume ella esta obra de 80 minutos en la que Trojahn
fue a la vez compositor y libretista, tomando libremente de Eurípides. La obra
comienza con el grito final de la Elektra de Richard Strauss, y mezcla realidad,
sueño y locura. Sus personajes tienen “severos desórdenes”, como explica
Mitchell de Orestes, y tal vez sea por esto que a Trojahn se le ocurrió juntar
en un personaje a Apolo y Dionysos, extremando a Nietzsche. En pantalla
dividida vemos al equipo forense y las alucinaciones de Orestes, perseguido por
las voces de su madre reproducidas en altavoz, junto a la trama para asesinar a
Helena, hermana de Clitemnestra y origen del todo el mal. Pero será su hija
Hermione quien logre conectar con la humanidad de Orestes. La página del teatro
muestra además del teaser,
una especie de “making of”, y una entrevista con el director musical Marc
Albrecht.
Foreign Policy entrega una resumida
lista de las extravagancias de Kim Jong-Il, el dictador de Corea del Norte
fallecido en estos días. Su padre, Kim Il Sung, encarceló por siete años al
poeta y comunista venezolano Alí Lameda, sin razón alguna, y sin que Fidel
Castro ni otras luminarias socialistas movieran un dedo para ayudarle. El
testimonio de Lameda fue crucial para develar la cruda verdad de los campos de
concentración en Corea del Norte. Y emergió de la cárcel con un libro impreso
en su memoria: “Soneto del viajero enlutado”. La estirpe de Kim Jong-Il y sus
imitadores tropicales no puede ni medírsele.
En enero de 1989 Vaclav Havel estaba preso en Checoslovaquia
y los estudiantes universitarios no sabían los títulos escritos por Kafka. En La
Regle du Jeu, Gillles Hertzog recuerda
una visita que hiciera en esa época a Praga con Bernard Henri-Levi: una ciudad
casi fantasmal, en la que los disidentes de la Carta 77 se sentían
desesperadamente aislados y derrotados. Visitaron la casa de Havel y hablaron
con su esposa, quien les dijo que su marido creía que el régimen caería pronto.
En el aeropuerto les hicieron sentir la presencia del estado policial socialista.
En diciembre de ese año Havel fue electo presidente. Murió libre.