martes, 20 de diciembre de 2011

Navidad cruenta en la casa de los Atridas


La escenografía de Giles Cadle es el corte transversal de una villa granburguesa, revestimientos de mármol en el vestíbulo. En el piso inferior, las áreas sociales, el árbol de navidad, el piano de cola. En el piso superior, escenas del crimen. En el baño y en el dormitorio, inspeccionados por personal forense, precintados, las paredes salpicadas en sangre. Es la casa de los Atridas y allí fueron muertos Agamemnon y Clitemnestra. Impresionados se muestran el crítico de Die Zeit, que entrega una detallada crítica musical y escénica, y el de Neue Zürcher Zeitung, más centrado en la trama y sus implicaciones, ante el estreno de la ópera Orestes, de Manfred Trojahn, en De Nederlandse Opera en Amsterdam.  La puesta en escena estuvo a cargo de Katie Mitchell, quien provocó un revuelo dirigiendo a Luigi Nono en Salzburgo en 2009. “Short and thrilling”, así resume ella esta obra de 80 minutos en la que Trojahn fue a la vez compositor y libretista, tomando libremente de Eurípides. La obra comienza con el grito final de la Elektra de Richard Strauss, y mezcla realidad, sueño y locura. Sus personajes tienen “severos desórdenes”, como explica Mitchell de Orestes, y tal vez sea por esto que a Trojahn se le ocurrió juntar en un personaje a Apolo y Dionysos, extremando a Nietzsche. En pantalla dividida vemos al equipo forense y las alucinaciones de Orestes, perseguido por las voces de su madre reproducidas en altavoz, junto a la trama para asesinar a Helena, hermana de Clitemnestra y origen del todo el mal. Pero será su hija Hermione quien logre conectar con la humanidad de Orestes. La página del teatro muestra además del teaser, una especie de “making of”, y una entrevista con el director musical Marc Albrecht.    
Foreign Policy entrega una resumida lista de las extravagancias de Kim Jong-Il, el dictador de Corea del Norte fallecido en estos días. Su padre, Kim Il Sung, encarceló por siete años al poeta y comunista venezolano Alí Lameda, sin razón alguna, y sin que Fidel Castro ni otras luminarias socialistas movieran un dedo para ayudarle. El testimonio de Lameda fue crucial para develar la cruda verdad de los campos de concentración en Corea del Norte. Y emergió de la cárcel con un libro impreso en su memoria: “Soneto del viajero enlutado”. La estirpe de Kim Jong-Il y sus imitadores tropicales no puede ni medírsele.
En enero de 1989 Vaclav Havel estaba preso en Checoslovaquia y los estudiantes universitarios no sabían los títulos escritos por Kafka. En La Regle du Jeu, Gillles Hertzog recuerda una visita que hiciera en esa época a Praga con Bernard Henri-Levi: una ciudad casi fantasmal, en la que los disidentes de la Carta 77 se sentían desesperadamente aislados y derrotados. Visitaron la casa de Havel y hablaron con su esposa, quien les dijo que su marido creía que el régimen caería pronto. En el aeropuerto les hicieron sentir la presencia del estado policial socialista. En diciembre de ese año Havel fue electo presidente. Murió libre.

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