Caffé Europa entrega un artículo de
Corrado Ocone, tomado
de Il Riformista, en el que expresa su insatisfacción por el debate entre postmodernistas
y neorrealistas en Italia. El punto de partida de Ocone es el artículo
del novelista Edward Docx, escrito para Prospect en ocasión de la “retrospectiva”
sobre el postmodernismo en el Victoria and Albert Museum de Londres que dura
hasta el 15 de Enero. Ocone comienza definiendo el posmodernismo como el fin de
las grandes narrativas: marxismo, ilustración, idealismo –lo que ya sabemos. En
su equiparación de todos los discursos y la consiguiente relativización, habría
sido, dice Docx, un último desafío al capitalismo tras la caída del comunismo.
Para Ocone, junto a Vattimo, del desierto de las ideologías sobrevivió “la más peligrosa, porque se presentaría como una
no-ideología”, del neoliberalismo (“perspicacia” marxista que hoy es lugar
común); según Docx, al atacar el posmodernismo todo y relativizar todo, no
queda un sistema de valores en pié, y por ejemplo, en el arte, el valor se mide
en dinero. El Capital se ajusta a todas las necesidades. El resultado no
intencionado sería la hegemonía del mercado, lo opuesto a lo que originalmente
quiso el posmodernismo. Un bello ejemplo de cómo discurren de forma distinta el
pensamiento anglosajón y el continental europeo.
Ocone presenta a Maurizio Ferraris, ex alumno de Vattimo que
rompió con su maestro, como representante de los neorrealistas italianos, que
propugna el regreso a un realismo “ingenuo”, previo a Kant, botando al mar todo
el pensamiento moderno desde entonces. Para Ferraris existe la realidad y la
verdad, como objetos y exactitudes, no como discursos o narrativas. El debate
entre neorrealistas y posmodernos estaría dejando por fuera toda la filosofía
después de Kant, la filosofía clásica alemana, a la que considera el fundamento
sobre el cual se monta la italiana, y notablemente a Hegel. Sería como si estuvieran
botando el agua sucia del utopismo marxista junto al bebé de su canon de
interpretación histórica. Y apartando el legado de pensadores como Croce y
Gramsci.
Edward Docx, por su parte, cree detectar un incipiente deseo
de autenticidad y valores, de experticia y prolijidad. Lo llama, a falta de una
mejor idea “autenticismo”.
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