lunes, 19 de diciembre de 2011

El fin del postmodernismo


Caffé Europa entrega un artículo de Corrado Ocone, tomado de Il Riformista, en el que expresa su insatisfacción por el debate entre postmodernistas y neorrealistas en Italia. El punto de partida de Ocone es el artículo del novelista Edward Docx, escrito para Prospect en ocasión de la “retrospectiva” sobre el postmodernismo en el Victoria and Albert Museum de Londres que dura hasta el 15 de Enero. Ocone comienza definiendo el posmodernismo como el fin de las grandes narrativas: marxismo, ilustración, idealismo –lo que ya sabemos. En su equiparación de todos los discursos y la consiguiente relativización, habría sido, dice Docx, un último desafío al capitalismo tras la caída del comunismo. Para Ocone, junto a Vattimo, del desierto de las ideologías sobrevivió “la  más peligrosa, porque se presentaría como una no-ideología”, del neoliberalismo (“perspicacia” marxista que hoy es lugar común); según Docx, al atacar el posmodernismo todo y relativizar todo, no queda un sistema de valores en pié, y por ejemplo, en el arte, el valor se mide en dinero. El Capital se ajusta a todas las necesidades. El resultado no intencionado sería la hegemonía del mercado, lo opuesto a lo que originalmente quiso el posmodernismo. Un bello ejemplo de cómo discurren de forma distinta el pensamiento anglosajón y el continental europeo.     
Ocone presenta a Maurizio Ferraris, ex alumno de Vattimo que rompió con su maestro, como representante de los neorrealistas italianos, que propugna el regreso a un realismo “ingenuo”, previo a Kant, botando al mar todo el pensamiento moderno desde entonces. Para Ferraris existe la realidad y la verdad, como objetos y exactitudes, no como discursos o narrativas. El debate entre neorrealistas y posmodernos estaría dejando por fuera toda la filosofía después de Kant, la filosofía clásica alemana, a la que considera el fundamento sobre el cual se monta la italiana, y notablemente a Hegel. Sería como si estuvieran botando el agua sucia del utopismo marxista junto al bebé de su canon de interpretación histórica. Y apartando el legado de pensadores como Croce y Gramsci.
Edward Docx, por su parte, cree detectar un incipiente deseo de autenticidad y valores, de experticia y prolijidad. Lo llama, a falta de una mejor idea “autenticismo”.

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