jueves, 13 de diciembre de 2012

Google y la prensa: duelo bajo el sol

The New York Times: en Alemania, gobierno y prensa contra agregadores y motores de búsqueda.                                                                                             Frankfurter Allgemeine Zeitung: la prensa sesgada.                     Frankfurter Allgemeine Zeitung: la promesa vacía de la era digital.          Der Perlentaucher: TV pública y periodismo en la era digital.                         Was mit Medien: Jeff Jarvis: editores alemanes extorsionan a Google.

En The New York Times, Kevin J. O’Brien suministra un resumen de la disputa en Alemania en torno al proyecto de ley (Leistungsschutzrecht), que obligaría a servicios de agregación como Google a pagar licencias a periódicos y revistas por los extractos y titulares que acompañan a los links en los resultados de la búsquedas. Google alega que los medios alemanes han presentado una cobertura sesgada del tema y ha lanzado una agresiva campaña por su cuenta. La contraparte sostiene que iniciativas similares vendrán de otros países europeos y que Google no quiere negociar. Pero los medios pueden, mediante robots, excluir sus productos de las búsquedas, o incluso decidir si aparecen los extractos o solamente los links.

Según expertos del Instituto Max Planck para el Derecho de Bienes y Competencia Inmateriales, el proyecto legal no tiene justificación. Sería un “derecho de interdicción” que los editores a todas luces no quieren implementar, pues de lo contrario harían uso de las posibilidades técnicas arriba descritas. Demostrarían así que usan a los motores de búsqueda para atraer lectores. Por lo tanto se trataría de que los editores, amparados en el derecho interdictorio, buscan otorgar permisos de utilización, “o más exactamente: obtener la posibilidad de lograr ingresos por licencias”.

Frank Rieger, del Chaos Computer Club, y columnista en la Frankfurter Allgemeine Zeitung, echa en cara a este diario y la “prensa de calidad” alemana, el haber ignorado el dictamen de los expertos, salvo para descalificarlos como empleados públicos. El debate se habría caracterizado por la deshonestidad intelectual y los argumentos ad hominem. Ambos lados (la blogósfera, los agregadores y Google por un lado, la editorial Springer con su diario sensacionalista Bild, la prensa seria, los gremios de periodistas y sindicatos por el otro) estarían en una guerra de trincheras, cada cual presentándose como el indefenso y virtuoso David frente al desalmado gigante Goliat. Algunos periodistas e internautas habrían hecho un muy mal papel, dando muestras abiertas de deshonestidad en la argumentación. La diatriba desatiende los temas verdaderamente importantes: el futuro del periodismo, el poder de las corporaciones, la relación entre el mercado y la sociedad. El proyecto de ley apuntaría al desastre. Debería desistirse de él.

En el mismo diario, Frank Schirrmacher recurre a la ironía y los extremos para preguntarse si la era digital implica un cambio revolucionario, o si se trata del mayor golpe publicitario de Silicon Valley. La tecnología que haría de cada ciudadano un canal de TV y un periódico, lo que ha logrado es crear gigantes solitarios monopolizando cada sector (refiriéndose, sin nombrarlos, a Google, Amazon, Facebook y Apple). Se pregunta dónde está el modelo de negocios que funciona en esta nueva economía, llena de start-ups que no llegan a nada. El Huffington Post de la millonaria Ariana Huffington no paga a sus escritores, el resto tiene que descender al foso de la auto-explotación para sobrevivir. El único modelo exitoso sería la Consultoría Digital. Los entusiastas proclaman que hay que vivir con la desaparición de ramos industriales y de profesiones enteras; los activistas reniegan del fetichismo del mercado mientras promueven una “praxis que lo eleva a ley natural de la física social”, en la que las nuevas tecnologías socavan el mismo ideal emancipador que proclaman. La pregunta hoy no sería tanto cómo podría sobrevivir el periodismo de calidad, sino cómo puede sobrevivir una sociedad sin él.

Para Thierry Chervel, de Der Perlentaucher, los jerarcas de la prensa no han encontrado un modelo de negocios para la era digital. Piensan que han debido cobrar por sus contenidos, pero sólo una fracción de los diarios mayores se encontraría gratis online, por lo que han seguido cobrando por ellos. Su demanda de derechos de explotación (Leistungsschutzrecht) hace pensar en la protección de especies en peligro de extinción. Pero por lo menos los medios privados se ven obligados a luchar por su supervivencia. En cambio, la TV pública alemana recibe un nuevo espaldarazo sin rendir cuentas: a partir del 2013, todo usuario de cualquier aparato que se conecte a Internet, deberá pagar una cuota para las televisoras del sistema público. Un sistema injusto en el que alguien de 18 años paga por una programación cuyo público promedia los 63, y que está lleno de redundancias (el mismo programa haciendo circuito por todas las estaciones). La verdad es que en la era digital los géneros (prensa, radio, TV) se han borrado y todo se ha transformado en la Red. Hay que preguntarse cómo debe ser el periodismo de interés público en una esfera de opinión pública completamente alterada por este cambio. Pero a Chervel no se le ocurre más que proponer un fondo para proyectos novedosos.

Was mit Medien entrevista a Jeff Jarvis. El titular y el sumario son en alemán, pero el texto es en inglés (necesita un editor, por cierto). Para Jarvis, la ley del Leistungsschutzrecht es una estúpida ley alemana que además amenaza con contagiar otros países. No entiende la idea de que Google es malvado, y de que se use como insulto el término “capitalismo de Silicon Valley”. Los editores alemanes estarían extorsionando a Google, como si dijeran: “tú estás haciendo mucho dinero, nosotros no; danos algo”. En realidad, si desaparecieran, Google seguiría ganando casi lo mismo. El negocio editorial está profundamente alterado por Internet, “pero es absurdo argumentar una especie de derecho divino para mantener el negocio que se tiene. Es absurdo para los bancos, es absurdo para las automotrices, y es absurdo para las empresas editoriales”, sostiene. En Alemania hace falta mayor transparencia, actualmente no parecería un lugar atractivo para invertir.

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