domingo, 11 de diciembre de 2011

El difícil arte

Un día antes de firmarse en Bruselas el nuevo acuerdo para salvar al Euro, en El País, Lluis Bassets proclama el fin del soberanismo en Europa, con lo que sería la mayor cesión de soberanía desde la fundación de la Comunidad Económica en 1957. Ahora se quiere la entrega de la política presupuestaria, “el alma política del Estado nacional”. Pero considera que es la única forma de preservar “nuestro bienestar y nuestras formas de vida” en una Unión Europea que funcione.
Bassets cita el artículo de Mark Leonard, del think tank Centro Europeo de Relaciones Exteriores. Leonard construye el artículo sobre oposiciones. Los líderes europeos están sometidos a la tensión entre mercados globales, que han perdido paciencia con la toma de decisiones multilaterales, y votantes, que han perdido la paciencia con la globalización. La integración europea ha estado determinada por dos imágenes en espejo: tecnocracia y populismo. La primera es gerencial, gira alrededor de solucionar problemas, y su método de pequeños pasos ha sido clave en la integración. El segundo es carismático, promueve políticas de identidad, y sus exponentes más extremos creen que la división hoy no es entre izquierda y derecha, sino entre globalizadores y patriotas.     
Cuatro caminos habría hacia una solución. La asimilación asimétrica, dirigida por el Consejo Europeo, que sería una forma de ir improvisando soluciones por vía intergubernamental y no comunitaria. La eurozona reducida, con retiro de Grecia, vía que puede resultar muy costosa, según cálculos de UBS, sustancialmente más que una ayuda completa, y no descarta complicaciones gravísimas. El tercero, la reescritura de los tratados: en esta opción las posiciones varían desde una “unión de estabilidad” con reglas y mecanismos de coerción a intentar de una vez unos “Estados Unidos de Europa”. La cuarta posibilidad, es una Europa a dos velocidades en la que los países de la zona euro y otros que se sumen, realizan tratados fuera de la institucionalidad europea para luego ser incorporados (los tratados) a ella. Es una especie de híbrido entre la primera y la tercera opción, con el riesgo de que salvar al Euro destruya la UE. Es el camino tomado hace dos días en Bruselas, y pasa por la cesión de soberanía.
Eurozine hace un resumen en inglés, del artículo de Albrecht von Lucke en Blätter für deutsche und internationale Politik. Lucke coloca la actual crisis a la sombra del dictum del “jurista del horror” Carl Schmitt, según el cual “soberano es aquél quien decide sobre el estado de excepción”, para describir lo que califica de la más pesada prueba a la soberanía de los Estados europeos desde los años 30”.  Sostiene Lucke que los mercados dieron un “putsch” en Italia y Grecia. Sin embargo, la realidad es que el Parlamento italiano convocó el tercer “governo tecnico” en su historia, y que a Papandreu lo convenció su partido de renunciar. El uso de la palabra “putsch”, la asociación con los años treinta y con Carl Schmitt, en suma, con el auge del fascismo, pueden ser sugerentes, pero no parecen concluyentes, y ni siquiera justificados en este caso.
El artículo tiene el mérito de plantear temas importantísimos, y el defecto de diluirlos en retórica programática. Acaso una señal de nuestros tiempos.
El mismo viernes del acuerdo europeo en Bruselas, Anselm Kiefer firmó contrato para comprar un reactor nuclear, lo cual es una línea consecuente desde sus inicios como artista plástico, cuando se sacaba fotos haciendo el saludo nazi. The Guardian publica una semblanza con motivo de la inauguración, ese mismo día, de la exposición, Il Mistero delle Cattedrali, sobre 11 mil pies cuadrados en la White Cube Gallery de Londres.  “El Arte es difícil. No es entretenimiento. Cuando veo un artista nuevo me doy mucho tiempo para reflexionar y decidir si es arte o no”, dice Kiefer. Quien compra arte no lo entiende. Por eso le gusta el anti-arte de Damien Hirst, que subastó él mismo sus obras en Sotheby´s el mismo día de la quiebra de Lehman Brothers por 93 millones de libras.
Dice Kiefer que los alemanes no distinguen entre la arquitectura nazi y el arte nazi (¿Será por eso lo de Carl Schmitt?). “El arte nazi es realmente horrible”, dice, “pero la arquitectura de los 30 no es específicamente alemana”. Albert Speer habría sido un pésimo político pero no un mal arquitecto, y Berlín ha debido ser reconstruida según las líneas trazadas por Speer y Hitler. Además, han debido dejar en pié pedazos del Muro, el pasado no puede borrarse.
Kiefer cree en una Europa de las regiones, y apoya a Angela Merkel: “no quiere ser carismática, hace su trabajo a la antigua forma prusiana, eso me impresiona”.
El Cultural reseña la muestra 1812-2012 una mirada contemporánea, para conmemorar los 200 años de la Constitución de Cádiz, la primera de España, a quien llamamos La Pepa, con 18 propuestas a partir de alguno de sus artículos. El dúo Democracia (Iván López y Pablo España), presenta Ser y Durar, basada en el artículo 2: “la Nación española es libre e independiente y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona”. En el MEIAC de Badajoz, nueve monitores muestran varios traceurs recorriendo un cementerio de Madrid, practicando lo que se conoce como Parkours, “el arte del desplazamiento”. Basado en el “Metodo Natural” de entrenamiento de Georges Hébert, el Parkours enseña a desplazarse del modo más eficiente y fluido en la ciudad, distinto al previsto por los planificadores, saltando como Jackie Chan por las azoteas. No hay competencia sino intercambio de técnicas. Todo debe fluir y nadie debe ponerse en peligro. El lema del Hebertismo es: “ser fuerte para ser útil”. Y la idea de unos traceurs desplazándose por las tumbas de la historia española para conmemorar las luchas emancipadoras (“España no pertenece a nadie”) es hermosa. Sin embargo en el video de la página web de Democracia la  acrobacia priva sobre el desplazamiento y se pierde justamente el recorrido. Los colores rojo y negro, el atavío ninja, el porte marcial,  nos confunden un poco porque provocan connotaciones a la vez comunistas, anarcosindicalistas, ninjas y fascistas. Ser y Durar entra en choque con la inscripción de una losa: nada hay después de la muerte. Pero la idea no pareciera pensada hasta el final. Lamentablemente, el periódico “Soberanía Popular”, que se distribuye en la instalación y forma parte de ella, no puede ser leído online.

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