jueves, 9 de febrero de 2012

Grandes Esperanzas, duras realidades


El martes 7 de febrero Charles Dickens cumplió 200 años; The Guardian revela que Dickens quiso ser actor y era un obsesionado por la tarima. Un resfrío le impidió asistir a una audición y sería el hecho determinante del destino que lo convirtió en novelista. Pero sus obras están repletas de personajes ligados al mundo de las tablas, y de sus lecturas en Inglaterra y EEUU dijo Thomas Carlyle, en 1863, que Dickens era “todo un teatro cómico, trágico, heroico, visible actuando bajo un sombrero”.
The Atlantic publica nuevamente (pero en la web) la reseña de septiembre de 1861 de Great Expectations. El mismo título del libro indicaría la confianza en el propio genio. Y Dickens consigue la maestría sobre dos fuerzas en tensión que antes lo dominaban: la observación detallada de personas y cosas, en oposición a su tendencia por la idealización patética o humorística. En ninguna otra obra logra de tal forma estimular y desconcertar al mismo tiempo la curiosidad del lector, al que somete a una sorpresa tras otra, sin que este por ello logre, avezado o desprevenido, prever el desenlace anunciado disimuladamente.  La trama sería de lo mejor producido por Dickens; la novela, una obra maestra.
En la misma revista, Joshua Foust analiza por qué la intervención en Libia dificulta una solución similar en Siria. En el primer caso, la violencia entre milicias que sigue a la muerte de Gadafi deja claro que muchas veces las consecuencias de estas acciones son también malas. Pero además, la OTAN se excedió en los términos permitidos por el mandato de la ONU, pasando en los hechos por encima de Rusia y China. De allí que el veto de estos dos países a la resolución de la ONU haya sido previsible: han sido desairados, y sus intereses no han sido tomados en cuenta. Para estos estados, con un pobre historial de derechos humanos, estas intervenciones son el desastre, no la libertad. La historia de Libia, hace más difícil intervenir para ayudar al pueblo sirio.
Y en Hürriyet Daily News, de Turquía, Gwynne Dyer explica mejor las razones geopolíticas, y de política interior, por las cuales una intervención armada en Siria no sucederá. Por ejemplo: Rusia tiene allí su única base naval en el Mediterráneo y sus únicos aliados, junto a Irán, frente a un mundo árabe suní hostil; la minoría alawita (chií) de Assad en Siria, además de los cristianos y drusos, temen a la mayoría suní, por lo que soltar el poder no es para ellos una alternativa. 

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