sábado, 5 de noviembre de 2011

Cartas radioactivas

Lo que pensó el físico y premio Nobel Werner Heisenberg al participar en el programa nuclear nazi fue siempre un misterio, y ha sido un tema recurrente por el dilema entre seguir la propia conciencia o sobrevivir. Die Welt reseña la publicación, finalmente autorizada por los descendientes, de la correspondencia entre Heisenberg y su esposa Elisabeth Schuhmacher. Las cartas testimonian cómo dos extraordinarias personas mantienen su camino en medio de la catástrofe, amparadas en la cultura de Europa. El programa nuclear agotaba a Heisenberg y lo sometía a depresiones que combatía tocando piano por horas, para luego dedicarse a “su” física. En un párrafo, expresa desconfianza por su discípulo, Carl Friedrich von Weizsäcker, hermano de quien fuera años después presidente de la RDA; Richard von Weizsäcker: el joven noble habla demasiado de una nueva Fe que ha de ser impartida por la espada y el fuego, y habría dicho: “quien no crea en lo mismo que yo, tiene que ser exterminado”.

En unos días se estrenará en Los Angeles, la pieza Radiance: The Passion of Marie Curie, escrita por Alan Alda, a quien conocemos por la serie MASH. En una entrevista para Smithsonian, cuenta su fascinación por el personaje, desde que descubrió que sus cartas son todavía radioactivas. La fuerza de Marie irradia en el siguiente ejemplo: el primer premio Nobel de la científica polaca fue recibido por su esposo Pierre a nombre de ambos, pues no se le quiso permitir subir a la tarima (por ser mujer). Cuando ganó el segundo Nobel, Pierre había muerto y Marie tenía un amante, Paul Langevin. El comité le dijo que no asistiera al acto y renunciara porque su nombre estaba mancillado. Ella contestó: voy a Estocolmo, así que prepárense.  

El Magazine de La Vanguardia entrevistó al director teatral español Calixto Bieito. Habiendo desarrollado su trabajo en el extranjero en un 80%, Bieito pertenece más a Europa que a Catalunya, lugar donde creció. Conocido como provocador, revela que los jesuitas le enseñaron a prescindir de la vanidad: no se puede hacer arte sólo por sorprender. España estaría fallando en la educación, y es un país para irse.

En The New Republic, David A. Bell argumenta que los referendos pueden socavar la democracia. Sostiene que hay dos formas básicas. La primera atañe a cuestiones de soberanía, como reformas constitucionales, o la independencia de un Estado, en las que el poder revierte al pueblo para poder alterar las estructuras, y sería legítima. Pero hay una segunda que sustrae asuntos técnicos de las manos de legisladores electos, para colocarlos en las de personas comunes que no tienen ni el tiempo ni la experticia necesarios. En buena medida, si un legislador llama a referéndum está reconociendo la ilegitimidad de su cuerpo representativo. Y la consulta popular ha sido utilizada varias veces por dictadores, como Napoleón, para perpetuarse. Que el premier Papandreu haya recurrido a esta figura sería cinismo de la peor calaña: disfrazado de idealismo.     

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