jueves, 19 de enero de 2012

La integración pendiente


En The American Interest, Francis Fukuyama, sostiene que la identidad europea es problemática porque su base fue anti-nacional. Las identidades viejas nunca desaparecieron; sus fantasmas resurgieron con las inmigraciones de culturas que no comparten los mismos valores. Hace un análisis bien enterado y a la vez rápido de las respuestas a esta situación dadas por cuatro países, Alemania, Francia, Holanda y Gran Bretaña. El modelo republicano y laico francés es el menos problemático porque se basa en valores abstractos a los cuales puede adherirse cualquier persona. En Alemania, la dispersión de su población llevó a privilegiar la herencia de sangre, el ius sanguinis, con lo que la asimilación es más improbable. En Holanda existe la separación en “polders”, proveniente de su historia, que dividió a los holandeses en pilares: protestantes, católicos, socialistas. La tolerancia es total, siempre y cuando uno no se mezcle (nota: de aquí el origen tanto del apartheid, como de la incredulidad de los surafricanos blancos ante la incomprensión del resto del mundo). Los inmigrantes hicieron su propio pilar. Y en Gran Bretaña, el sentido individualista llevó a que el Estado no se inmiscuyera en asuntos de asimilación y se promoviera el multiculturalismo extremo.  En una segunda parte, Fukuyama habla del fracaso en lograr una identidad europea. Hay fallas de origen en el proyecto, la ausencia de mecanismos de disciplina, o de salida tanto del Euro como de la Unión, que dominan la discusión sobre todo entre economistas, pero la falla más fundamental es el fracaso de una identidad europea que defina las responsabilidades, deberes y obligaciones de los europeos entre sí. Todos estos temas se funden en uno porque son los temas que toman los partidos populistas: oposición a la inmigración y euroescepticismo. Europa ha sido un proyecto de élites. En cierta forma, el ascenso del populismo significa una profundización de la democracia, y al mismo tiempo, un tremendo peligro para ella en Europa.      
Zbigniew Brzezinski reconoce tres características de la corriente transformación global: primero, las amenazas no provienen del utopismo fanático sino de la complejidad de los cambios globales precipitados por el despertar político, segundo, el progreso social es más viable por caminos democráticos que autoritarios, y tercero, la estabilidad global pasa por la cooperación a gran escala y no por políticas imperialistas. Las aspiraciones populistas y la dificultad de articular respuestas coordinadas constituyen un peligro que debe ser enfrentado con más cooperación. La interdependencia no es un slogan, es una realidad. Brzezinski ve el potencial y la necesidad de una mayor y estrecha cooperación global, lo cual a su vez desarrollará una cultura política con bases comunes. Es hora de pensar en su institucionalización, pero los gobiernos tienen que atender asuntos contingentes. Aventura la creación de una especie de colegio de ciudadanos privados representantes de las diversas regiones para avanzar un cronograma de cooperación global hasta 2050.

No hay comentarios: