viernes, 20 de enero de 2012

Voto universal, foto de grupo


El acceso sin suscripción a la producción académica en Internet es laborioso. No se trata sólo de los libros o papers, sino incluso de las reseñas. De ahí el valor de un sitio como La Vie des Idées. Juliett Roussin, de la Universidad Paris I, reseña “L’autorité de la démocratie. Une perspective philosophique”, de David Estlund, de Brown University, en traducción al francés. Dos criterios servirían para ponderar la legitimidad de las decisiones: el procedimental, que legitima por la mayoría siguiendo procedimientos democráticos, o el epistémico, por ser la decisión mejor, o “moralmente correcta”. Para Estlund,  “la decisión democrática es legítima por resultar de un procedimiento que tiende con cierta probabilidad a un resultado justo o correcto (epistemismo), y que es aceptable para todos los miembros de la asociación política (procedimentalismo)”. A fin de cuentas, sigue Estlund, el procedimiento democrático es el único que no puede ser considerado ilegítimo por las partes. En cambio, la autoridad política de los expertos (la epistocracia) es rebatible por el Requisito de Aceptabilidad Cualificada: puede ser que el experto sea más competente y su decisión más justa, pero… ¿de dónde toma el derecho de coerción sobre sus semejantes? De ahí la “modestia epistémica” de la democracia y que Estlund hable de su teoría como de “procedimentalismo epistémico”. El aporte del libro sería presentar un marco filosófico para considerar el status de los expertos en una democracia.
Anteriormente, en 2010, Crítica. Revista hispanoamericana de filosofía, de la UNAM, publicó una nota bibliográfica de Iñigo González Ricoy, de la Universitat de Barcelona, sobre el original en inglés “Democratic authority. A philosophical framework”. El contenido es similar, algo más extenso. Cuenta que Estlund apela a estudios según los cuales, “dentro de su campo de especialidad, los expertos fueron incapaces de realizar predicciones significativamente superiores a las de los ciudadanos no expertos”. Lo cual no demostraría sino la dificultad de encontrar un grupo de expertos que se desempeñe mejor que el arreglo democrático. Estlund justifica la democracia según el procedimentalismo epistémico, pero no dice qué tipo de democracia. Nada indica que el sorteo no pudiera arrojar resultados mejores que la elección, Estlund no aporta evidencia empírica para esto, y el criterio de justificación acabaría dependiendo “del propio proceso político que sirve para justificar”.  En una de las notas a pie, González Ricoy recuerda a Montesquieu: “la elección por sorteo es propia de la democracia, la designación por elección corresponde a la aristocracia”.
Partiendo de las premisas de Estlund, Jason Brennan, de Georgetown University llega conclusiones opuestas. El paper apareció en The Philosophical Quarterly de octubre de 2011, pero se obtiene en la página web de Brennan. Arma un polémico argumento contra el sufragio universal y a favor del sufragio restringido. Ciudadanos sin la competencia necesaria no deberían poder votar, porque ejercen poder indebido sobre otros al exponerlos a decisiones no competentes por parte de las autoridades así electas. El sufragio universal violaría el Principio de Competencia, los votantes alemanes que eligieron a Hitler serían un ejemplo. Por eso es injusto. El sufragio restringido violaría el Requisito de Aceptabilidad Cualificada, que propugna que la base de distribución del poder debe ser aceptada por todos los puntos de vista calificados para ello. También es injusto.  Si aceptamos el primer principio como rector, entonces, las decisiones tomadas, por ejemplo, por un jurado parcialmente racista, tendrían que ser acatadas por provenir de la mayoría. Si aceptamos el segundo principio e introducimos un examen de competencias para poder votar, eso sería tan injusto como limitar el voto a partir de la mayoría de edad. Alguien podría argumentar que un joven de diecisiete estaría más calificado para votar que el jefe del Ku Klux Klan. Brennan lo hace. Deduce que el sufragio universal es más injusto. En Bloggingheads expone su temor de que su trabajo haga al mundo peor.
Kodak se ha declarado en bancarrota. The Guardian sostiene que la memoria de un momento Kodak se ha transformado en una frenética tomadera de fotos que nadie tiene tiempo de ver. En su época, Kodak fue tan revolucionaria como el formato digital, porque puso la fotografía al alcance de todos. 

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