martes, 10 de enero de 2012

Manual del golpe de estado constitucional


El conservador partido Fidesz de Hungría, y su caudillo, el notorio anticomunista húngaro Viktor Orbán, acaban de consumar un Golpe de Estado en pleno corazón de la Europa de la Unión, al entrar en vigencia, este 2 de enero, la constitución por ellos redactada y promulgada en abril del 2011, que echa por tierra la de 1989 adoptada después de la caída del comunismo.  
En brevísima entrevista para Presseurop, el arquitecto y diseñador László Rajk sostiene que el Fidesz ha armado un entramado para no abandonar nunca el poder. Está sorprendido con su éxito, si bien precisa que en las elecciones obtuvieron 53% de los votos, pero dos tercios en el Parlamento, debido al sistema de representación húngaro. El editorial de Presseurop llama a tomar medidas  por parte de la UE, no sin decir antes que es necesaria la prudencia, pues ya cuando el partido de extrema derecha austríaco de Jörg Haider entró en la coalición de gobierno en el año 2000, las sanciones se revelaron inútiles y contraproducentes. Sostiene además, que hay puntos críticos de la nueva constitución, que se encuentran –pero nunca juntos- en otras constituciones europeas. La actitud de Europa debe ser “firme en sus principios, pero clara y comedida en sus acciones”.
El editorial es engañoso: en el caso de Austria, no se cambió la constitución, y las sanciones de la UE pudieron interpretarse como la injusta intromisión en el sagrado derecho de los austríacos a ser todo lo idiotas que quieran. En el caso de los puntos “democráticos” o no, se trata de la discusión equivocada, pues no es ni un punto de partida ni de llegada, sólo un enorme laberinto en el cual no es posible encontrar acuerdos. El contenido es secundario, lo sustancial es la pregunta de si un solo partido, arropado por una mayoría abrumadora pero circunstancial, puede escribirse su propia constitución.
Es lo que menciona la Süddeutsche Zeitung. La “revolución Nacional” consiste en adecuar a la nación a un partido y un autócrata. Es una burla a toda tradición parlamentaria que un partido, sin considerar a más nadie, imponga una constitución (desde el Fidesz dicen que se enviaron encuestas a los hogares húngaros, democracia participativa). Pero la UE y sus estados miembros siguen viendo sin interés las andanzas de Orbán. El Partido Popular Europeo, al que pertence el Fidesz, (y el PP español que tanto critica a Chávez, Correa, Morales & Co.) se comporta como un “congreso de blanqueadores” para sus socios húngaros. A Europa le urge un examen de conciencia sobre sus convicciones democráticas.    
Lo más claro y contundente que hay es la carta de protesta de antiguos disidentes húngaros. Sostienen que el gobierno quiere destruir el estado de derecho y la democracia, en la mayor concentración de poder desde que cayó el comunismo. Desde el Presidente hasta el Parlamento y el poder judicial actúan como brazos del Primer Ministro Viktor Orban. El texto deja entender: Hungría es hoy una dictatura, y explica claramente por qué. Desde la constitución, pasando por la ley de medios, el cierre de emisoras, la ley electoral que reacomoda circuitos electorales, hasta el desmantelamiento de instituciones autónomas.
La Tageszeitung de Berlín entrevista al actor János Kulka, quien cree que en Hungría todavía existe la democracia. Mientras la política misma está desempeñada por aficionados, penetra en la cotidianidad de los húngaros y las discusiones se vuelven histéricas. En el Nuevo Teatro de Budapest (Új Színház), el intendente, el escritor Istvan Csúrka, y el nuevo director artístico, el actor György Dörner, del son de extrema derecha y una agrupación de motorizados en chaquetas de cuero los apoyan. Al intendente del Teatro Nacional le dicen “maricón” en el Parlamento. Kulka no cree que Orbán tenga malas intenciones, sólo que sus ideas le parecen incomprensibles. Los húngaros quieren retraerse del mundo exterior y retroceder en el tiempo.
Según el blog Hungarian Watch, Csúrka y Dörner declararon querer hacer un teatro nacionalista que rescate los valores del pueblo húngaro para salvarlo de la dominación social-liberal, declarando la guerra al clan egotista que ha dominado la escena nacional por 100 años, y haciendo frecuentes y veladas referencias antisemitas.
El parlamento húngaro está conformado abrumadoramente por fuerzas de derecha. No sólo tiene el Fidesz dos tercios de los asientos: se le suman los de la democracia cristiana, que votó a favor, y el partido de extrema derecha Jobbik, que votó contra la constitución. Los socialdemócratas y los verdes boicotearon tanto la discusión como la votación.
Varias preguntas se plantean. ¿Puede el vencedor de unas elecciones democráticas en un régimen democrático llamar a una nueva constitución? ¿No es eso un llamado al golpe de estado? Preguntarse qué haría el PP español si el PSOE de Zapatero hubiera hecho lo que el Fidesz es ocioso y una especulación, pero ¿qué hace entonces tan criticables a Chávez, Correa y Morales? ¿No deberían expulsar al Fidesz del Partido Popular Europeo? ¿Qué harían los alemanes si la CDU, el equivalente del Fidesz, hace lo mismo? ¿O el neonazi NPD? ¿Cómo impediría la UE la propagación del neofascismo por Europa si no sienta un contundente precedente con Hungría?

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