El
conservador partido Fidesz de Hungría, y su caudillo, el notorio anticomunista
húngaro Viktor Orbán, acaban de consumar un Golpe de Estado en pleno corazón de
la Europa de la Unión, al entrar en vigencia, este 2 de enero, la constitución
por ellos redactada y promulgada en abril del 2011, que echa por tierra la de
1989 adoptada después de la caída del comunismo.
En
brevísima entrevista
para Presseurop, el arquitecto y diseñador László Rajk sostiene que el Fidesz
ha armado un entramado para no abandonar nunca el poder. Está sorprendido con
su éxito, si bien precisa que en las elecciones obtuvieron 53% de los votos, pero
dos tercios en el Parlamento, debido al sistema de representación húngaro. El editorial
de Presseurop llama a tomar medidas por
parte de la UE, no sin decir antes que es necesaria la prudencia, pues ya
cuando el partido de extrema derecha austríaco de Jörg Haider entró en la
coalición de gobierno en el año 2000, las sanciones se revelaron inútiles y
contraproducentes. Sostiene además, que hay puntos críticos de la nueva
constitución, que se encuentran –pero nunca juntos- en otras constituciones
europeas. La actitud de Europa debe ser “firme en sus principios, pero clara y
comedida en sus acciones”.
El
editorial es engañoso: en el caso de Austria, no se cambió la constitución, y
las sanciones de la UE pudieron interpretarse como la injusta intromisión en el
sagrado derecho de los austríacos a ser todo lo idiotas que quieran. En el caso
de los puntos “democráticos” o no, se trata de la discusión equivocada, pues no
es ni un punto de partida ni de llegada, sólo un enorme laberinto en el cual no
es posible encontrar acuerdos. El contenido es secundario, lo sustancial es la
pregunta de si un solo partido, arropado por una mayoría abrumadora pero
circunstancial, puede escribirse su propia constitución.
Es
lo que menciona
la Süddeutsche Zeitung. La “revolución Nacional” consiste en adecuar a la
nación a un partido y un autócrata. Es una burla a toda tradición parlamentaria
que un partido, sin considerar a más nadie, imponga una constitución (desde el
Fidesz dicen que se enviaron encuestas a los hogares húngaros, democracia
participativa). Pero la UE y sus estados miembros siguen viendo sin interés las
andanzas de Orbán. El Partido Popular Europeo, al que pertence el Fidesz, (y el
PP español que tanto critica a Chávez, Correa, Morales & Co.) se comporta
como un “congreso de blanqueadores” para sus socios húngaros. A Europa le urge
un examen de conciencia sobre sus convicciones democráticas.
Lo
más claro y contundente que hay es la carta de protesta
de antiguos disidentes húngaros. Sostienen que el gobierno quiere destruir el
estado de derecho y la democracia, en la mayor concentración de poder desde que
cayó el comunismo. Desde el Presidente hasta el Parlamento y el poder judicial
actúan como brazos del Primer Ministro Viktor Orban. El texto deja entender: Hungría
es hoy una dictatura, y explica claramente por qué. Desde la constitución,
pasando por la ley de medios, el cierre de emisoras, la ley electoral que
reacomoda circuitos electorales, hasta el desmantelamiento de instituciones
autónomas.
La
Tageszeitung de Berlín entrevista
al actor János Kulka, quien cree que en Hungría todavía existe la democracia. Mientras
la política misma está desempeñada por aficionados, penetra en la cotidianidad
de los húngaros y las discusiones se vuelven histéricas. En el Nuevo Teatro de
Budapest (Új Színház), el intendente, el escritor Istvan Csúrka, y el nuevo director
artístico, el actor György Dörner, del son de extrema derecha y una agrupación
de motorizados en chaquetas de cuero los apoyan. Al intendente del Teatro
Nacional le dicen “maricón” en el Parlamento. Kulka no cree que Orbán tenga
malas intenciones, sólo que sus ideas le parecen incomprensibles. Los húngaros
quieren retraerse del mundo exterior y retroceder en el tiempo.
Según
el blog Hungarian Watch, Csúrka y Dörner declararon querer hacer un teatro
nacionalista que rescate los valores del pueblo húngaro para salvarlo de la
dominación social-liberal, declarando la guerra al clan egotista que ha
dominado la escena nacional por 100 años, y haciendo frecuentes y veladas
referencias antisemitas.
El
parlamento húngaro está conformado abrumadoramente por fuerzas de derecha. No
sólo tiene el Fidesz dos tercios de los asientos: se le suman los de la
democracia cristiana, que votó a favor, y el partido de extrema derecha Jobbik,
que votó contra la constitución. Los socialdemócratas y los verdes boicotearon
tanto la discusión como la votación.
Varias
preguntas se plantean. ¿Puede el vencedor de unas elecciones democráticas en un
régimen democrático llamar a una nueva constitución? ¿No es eso un llamado al
golpe de estado? Preguntarse qué haría el PP español si el PSOE de Zapatero
hubiera hecho lo que el Fidesz es ocioso y una especulación, pero ¿qué hace entonces
tan criticables a Chávez, Correa y Morales? ¿No deberían expulsar al Fidesz del
Partido Popular Europeo? ¿Qué harían los alemanes si la CDU, el equivalente del
Fidesz, hace lo mismo? ¿O el neonazi NPD? ¿Cómo impediría la UE la propagación
del neofascismo por Europa si no sienta un contundente precedente con Hungría?
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