En Monday Note
Frédéric Filloux sostiene
que la piratería forma parte del ecosistema digital. Evoca un encuentro
informal en Paris entre personajes de los medios opuestos a la proyectada ley contra
la piratería HADOPI de Sarkozy, y en poco tiempo resultó claro que todos
bajaban, o lo habían hecho, contenido ilegal. La orientación es similar a las leyes
SOPA y PIPA de EEUU. Según Filloux,
cuando se trata de piratería, de algún modo u otro, todos están involucrados.
La misma industria musical utiliza data del filesharing para mercadeo y
promoción. Sin embargo, las pérdidas son innegables: Microsoft factura en China
lo mismo que en Holanda. Los consumidores hoy no quieren, por ejemplo, esperar
que una serie de TV llegue a su país en el idioma local, sino que quieren ver
la original, en el idioma original, al momento de su lanzamiento. Como no está
disponible, la buscan pirata. La solución estaría en alternativas legales, una
combinación de precios atractivos, facilidad de uso y disponibilidad.
A principios de los años
70, el sinólogo belga Simon Leys provocó un revuelo entre los maoístas
parisinos con su libro “Los hábitos nuevos del presidente Mao”, nombrando las
atrocidades de la revolución cultural china. En The New York Review of Books, comenta
el libro del disidente chino y Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo “No
Enemies, No Hatred: Selected Essays and Poems”. El estereotipo del gigante chino que se
transformará en el mayor productor del mundo esconde la fragilidad intrínseca
de un régimen autoritario y corrupto, en el que los jerarcas del Partido
Comunista se han aliado con el crimen organizado para dominar a la población.
Liu Xiaobo, hoy preso del régimen, es un “hijo de Mao”, sus padres fueron
confinados durante la Revolución Cultural, y se le impidió asistir a la escuela.
Crítico de China a la vez que de Occidente, sus ensayos abarcan 20 años, desde
la masacre de Tiananmen hasta la Carta 08.
En uno de ellos habla de los niños secuestrados para trabajar en
fábricas de ladrillos. Las denuncias llevaron apenas a sanciones leves a los
funcionarios vinculados. “En China, el bajo mundo y la oficialidad se han
interpenetrado y vuelto uno”, dice Xiaobo. En no pocas ocasiones se usa a los
criminales para reprimir. China ha entrado en una era de cinismo en la que nadie
cree en nada. La causa no es el capitalismo rampante, sino la destrucción moral
causada por Mao, cuando la gente fue obligada a vender su alma. “En suma, la
transformación económica de China, que desde afuera puede parecer tan vasta y
profunda, es de hecho frágil y superficial…La combinación de factores
espirituales y materiales que propulsó reformas políticas en los ochentas –intelectuales
librepensadores, jóvenes apasionados, emprendimientos privados atentos a la
ética, disidentes en la sociedad, y una facción liberal dentro del Partido
Comunista- ha desaparecido por completo. En su lugar, tenemos un programa económico
de un solo cañón, guiado por la lujuria de la ganancia”.
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