sábado, 10 de marzo de 2012

Dejar huella


The Guardian: Carlos Kleiber: un mito develado.
The New York Times: Arthur Miller, tras la crisis subprime.

En el blog de Tom Service, The Guardian presenta la biografía del enigmático director de orquesta Carlos Kleiber (Corresponding with Carlos: A Biography of Carlos Kleiber, de Charles Barber), quien fuera elegido en una encuesta de la BBC como el más grande director del siglo XX, por encima de Bernstein, Abbado y von Karajan (el link a la encuesta se encuentra en el artículo). Nacido en Berlín, hijo del también director Erich Kleiber, su familia emigró a la Argentina para escapar de los nazis. Carlos debutó en Montevideo como director. Trabajaba hasta el agotamiento en las partituras y no concedía entrevistas: un perfeccionista que no quiso dejar huella. Escuchar a Duke Ellington le dio la clave para interpretar la Obertura Coriolano de Beethoven. El artículo (comienza así: “hay mitos musicales... y Carlos Kleiber”) también proporciona numerosos enlaces a videos y grabaciones, así como a la única entrevista que concedió en toda su vida, en alemán.
Ante el próximo estreno en Broadway de La muerte de un viajante, de Arthur Miller, dirigida por Mike Nichols y protagonizada por Philip Seymour Hoffman, Charles Isherwood entrega un ensayo sobre sobre la pieza y su significación hoy en día en The New York Times. La historia del vendedor Willy Lohman, que tras años de trabajo queda en la calle, y sólo ve el fracaso cuando se mira al espejo, es recontada hoy tras la crisis de las hipotecas subprime. Precisamente, pagar una hipoteca es uno de los puntos de giro en la trama. Desde el estreno de la pieza en 1949, dirigida por Elia Kazan, la costumbre de medir el valor de un hombre por el dinero que gana se ha acentuado, y la desesperación de Willy Loman por “gustarle” a los demás (a pesar de la realidad, persiste en vivir la ilusión de que logrará el éxito) encuentra correspondencia en la proliferación de las redes sociales. La Gran Depresión de los años 30 fue un evento determinante en la juventud de Miller, así como la Gran Recesión de hoy ha dejado a numerosas familias en la ruina.
Isherwood no puede evitar destacar un detalle revelador: el coste de la entrada, superior a los 100 dólares, enajena al grueso de la clase media que es retratada en la pieza. Además, da una hermosa muestra de lo que puede hacer el periodismo en la era de Internet: en una página interactiva, entrevista a Joe Nocera, columnista de negocios del mismo diario y le informa que en 1949, tras ver la pieza, el dueño de una tienda por departamentos prohibió que despidieran a nadie por razones de edad. Nocera le recuerda que en los años 50 y 60 se suponía que a cambio de la lealtad, las compañías aseguraban el lugar de trabajo, pero que eso es imposible hoy, cuando el valor de una acción aumenta cada vez que la empresa despide gente. También entrevista al propio Nichols, quien vio la puesta original de Kazan, y cuenta que recurrieron a la escenografía original de Jo Mielziner, mezcla de realismo y abstracción, porque sólo así se podía manejar la dimensión de desvarío de Lohman, pues en cierta forma la pieza transcurre en su cabeza. Finalmente, trata el tema de si Lohman es un héroe trágico o sólo un perdedor patético. Miller creía, y con razón, que sí era un héroe trágico, a pesar de ser un hombre común. La pieza, así habría dicho, trataba “en realidad de la mortalidad y lo que dejamos en este mundo”. 
Se invita a los lectores a participar en la discusión; hasta ahora hay 320 comentarios, casi todos interesantes y de buen nivel, y muchos son respondidos. También pueden hacerse por twitter. El estreno es el 25 de marzo. 

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